El mes de junio nos trae siempre el comienzo del verano, los días de calor, de ir terminando las actividades escolares, también las actividades pastorales en las parroquias, y es como un recomenzar de nuevo en otros aspectos y con otros ritmos, pues ya muchos comienzas sus merecidos días de descanso.
Pero para los creyentes es también un mes de celebraciones importantes como la del Corpus Christi, que nos recuerda el gran amor de Cristo por todos nosotros, al quedarse para siempre en el Sagrario, y ser lugar de encuentro para el consuelo, la ayuda, la esperanza, los ánimos…es la fiesta del amor hecho ternura y que hacemos visible en nuestras calles adornadas con alfombras, preparadas, año tras año con más ánimo e ilusión.
Es el mes del Sagrado Corazón de Jesús, otra imagen entrañable y familiar que nos vuelve a hacer caer en la cuenta del gran amor que Dios nos tiene, demostrándonos que, en su corazón, todos cabemos y todos tenemos un “rinconcito”, seamos como seamos y caminemos hacia donde caminemos, pues solo Cristo, no hace distinciones, ni tiene prejuicios, sino que ama y se da sin medida para que nosotros hagamos lo mismo.
Y termina el mes con la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo, dos columnas de la Iglesia que, manifiestan con su vida la fuerza que tiene ese amor entregado de Cristo, cuando nos dejamos vencer por él.
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