Lectura de hoy: Is 26, 1-6
Aquel día, se cantará este canto en la tierra de Judá: «Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes.
Abrid las puertas para que entre un pueblo justo, que observa la lealtad; su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti.
Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua.
Doblegó a los habitantes de la altura, a la ciudad elevada; la abatirá, la abatirá hasta el suelo, hasta tocar el polvo.
La pisarán los pies, los pies del oprimido, los pasos de los pobres».
Reflexión
Esta maravillosa promesa fue dada en el periodo más oscuro de la historia de Israel, de manera que bien puede ayudarnos especialmente en la actualidad cuando estamos rodeados de tanta tristeza y depresión y cuando nos encontramos constantemente amenazados por los tres grandes enemigos que son la duda, el temor y la preocupación. Cuando todo va bien y el sol brilla es fácil leer nuestro versículo clave de una manera muy superficial, pero cuando las nubes de la prueba, la desilusión, el miedo y la alarma se alargan por el cielo y oscurecen el sol, ¡qué preciosas son entonces para nosotros estas palabras! En la Biblia no hay ninguna promesa que nos asegure que mientras estamos en nuestros cuerpos terrenales vayamos a encontrarnos libres de problemas, pero hay algo mucho mejor, la promesa de paz en medio de los problemas. ¿De qué nos serviría estar libres de problemas si no tuviéramos paz en nuestro interior? Y sin embargo, ¡qué maravilloso que en medio de la más dura batalla y en lo peor de la tormenta el alma confiada puede tener paz interior, una paz en lo más profundo y una tranquila confianza!
1. ¿QUÉ ES ESTA GRAN BENDICIÓN QUE SE NOS OFRECE?
Se describe como “perfecta paz”. Pero, ¿qué es la perfecta paz? ¿La podemos definir? Sí, es un estado de libertad de los tumultos del alma, es una perfecta armonía reinando en lo interior. La palabra hebrea “shalom” contiene la idea de buena salud, de manera que estar lleno de perfecta paz es tener salud espiritual y estar libre de discordancias en el alma; sin lugar para los celos, la envidia, el descontento, el descontrol, el egoísmo, el orgullo o la intolerancia en un alma llena de paz, porque todas estas cosas son las que causan disturbios en el corazón; son notas discordantes. La paz que Dios ofrece, y en la que por su gracia podemos vivir, es muy práctica. No es otra que la gran calma que Él ordena: ver Marcos 4:39. Dios llama a esta paz que Él nos da “perfecta paz”. ¿En qué sentido es perfecta?
(1) Es perfecta en CUALIDAD; es decir, es perfecta en la clase de paz que es. Existe una paz imperfecta, p.ej. la paz de la ignorancia, cuando pensamos que todo va bien y en realidad, si nuestros ojos estuvieran abiertos a la verdad, sabríamos que no es así (Jeremías 6:14). También hay la imperfecta paz del estancamiento: la charca de aguas tranquilas y apacibles en la superficie, pero sucia y llena de verde cieno en las profundidades. Son muchos los hombres y mujeres que sólo conocen esa clase de paz, y llegará el día en que la sacudida del juicio de Dios revolverá su charca y verán que no tienen paz alguna. Hay también la imperfecta paz de la dependencia, que es una paz que depende de alguna cosa o persona. Qué insatisfactorio es esto, porque la “cosa” puede fallar, o la “persona” morir y entonces ¿dónde estará su paz? La paz de Dios contrasta con estas tres clases de paz imperfecta en que Su paz es perfecta.
(2) Es perfecta en CANTIDAD; es decir, su suministro es suficiente y exacto para nuestras necesidades. La otra traducción de “perfecta paz” es “paz, paz”, o sea, doble paz. Esto es muy significativo cuando vamos a Filipenses 4:7 y allí se nos dice que esta doble paz es paz de corazón y mente, y esa es la clase de paz que necesitamos, una paz que defienda nuestra mente y calme nuestro corazón. Esta doble paz también lo es en el sentido de que es (I) paz con Dios (Romanos 5:1) y (II) la paz de Dios (Filipenses 4:7).
(3) Es perfecta en su CONSTANCIA; es decir, es permanente y no intermitente. La promesa dice “tu guardarás…”: ver Salmo 121:4.
2. ¿CÓMO RECIBIMOS ESTA PERFECTA PAZ?
(1) Por Cristo Jesús. Vaya de nuevo a Filipenses 4:7 y note cómo el Señor Jesucristo es el canal por el que la paz de Dios fluye a nuestras almas. Sólo un cristiano puede poseer esta paz interior. No hay paz para quien no tiene a Cristo y no está descansando en Su obra completa de salvación. Sólo por la sangre de Cristo tenemos paz (Colosenses 1:20).
(2) Por el Espíritu Santo. El Señor Jesucristo logró esa paz para nosotros en la cruz del Calvario y por medio de Él se nos ofrece esa paz, que se transmite a nuestros corazones y mentes por el Espíritu Santo: ver Gálatas 5:22. Así como el Espíritu llena e inunda nuestras vidas, así también produce este maravilloso fruto en nosotros.
(3) Por su Palabra. Mire la gran promesa que se nos hace en el Salmo 119:165. Las cosas y las personas pueden muchas veces inquietarnos, o incluso hacernos tropezar, pero esta es una promesa de perfecta paz para todos aquellos que aman y meditan y obedecen la Palabra de Dios.
(4) Por nuestra obediencia. Mire Levítico 26:3-6 y note como comienza con el importante condicional “si…”. Dios nos garantiza que, si andamos en sus estatutos y guardamos sus mandamientos, Él guardará nuestros corazones en perfecta paz; si cumplimos nuestra parte, podemos estar seguros de que Dios cumplirá la suya.
(5) Por la abundancia de alabanza y oración. La promesa de Filipenses 4:7 va precedida de las condiciones mencionadas en el versículo 6.
3. SE MENCIONAN DOS CONDICIONES PARA QUE PODAMOS TENER PERFECTA PAZ
¿A quién guardará Dios en perfecta paz? A aquél: (1) “cuyo pensamiento en ti persevera” y (2) que “en ti ha confiado”. Ambas expresiones se refieren a la fe, pero una se refiere a la cabeza y la otra al corazón. ¿Cuál es la diferencia? Con nuestra cabeza creemos, con nuestro corazón confiamos; con la cabeza creemos que Dios es el Autor de la paz, el Dador de la paz; con el corazón confiamos en Él para cumplir en nosotros lo que promete.
Una última cosa: note cómo Isaías 26:3 empieza con Dios y termina con Dios; comienza con “Tú” y termina en “en Ti”, y el alma confiada se pone entre ambos. La perfecta paz está en ponerse, por fe, entre estas dos palabras y permanecer ahí; la perfecta paz es el Señor mismo en nosotros, no una experiencia, no una doctrina, no una “cosa”, sino el Señor mismo. Entonces, como dice aquel himno, cuando “permanecemos en Él” nuestros corazones serán plenamente bendecidos. Y entonces, y sólo entonces, encontraremos lo que Él ha prometido: “Perfecta paz y descanso”.
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