En el mes de marzo, comenzamos el Tiempo de Cuaresma, poniéndonos en camino hacia la viviendo a cada paso el amor de Dios que no cesa de derramarse en nosotros.
La Cuaresma es el tiempo de conversión, de cambio de actitudes, pero no por eso es un tiempo triste y sombrío, sino que más bien, deberíamos verlo como un momento privilegiado para acercarnos a la misericordia y a la ternura de Dios y ver, como Él no deja nunca de invitarnos a gozar de ellas.
Desde el Miércoles de Ceniza nos ponemos en actitud de eliminar de nosotros, todo lo que nos impide ser portadores y testigos del amor inmenso de Dios. Un amor que no se fija en fallos ni en errores, sino que motiva a cada creyente, para que, no nos quedemos lamentándonos en los
tropiezos de la vida, sino para que demos el paso de levantarnos, de salir del borde del camino y ponernos a seguir a Cristo, porque Él no ha venido a acusarnos, sino a darnos motivos nuevos para vivir la novedad del Evangelio del amor.
Remar mar adentro, es ponernos a tiro de su Palabra de Vida, y decir cada día, “Aquí estoy”, porque quiero participar de la novedad del Reino de Dios que cambia este mundo.
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