Foto: Carmen Suárez |
No es nada raro que el comienzo de un año nos anime a ponernos en marcha para hacer cosas que nunca hemos realizado, e incluso para cambiar aspectos de nuestra vida que no están marchando como deben, o que, simplemente, demos por finalizada una etapa y comencemos otra.
Es bueno, y hasta necesario, en muchas ocasiones, que nos veamos renovados por la Navidad del Señor, y que, marcados por su nacimiento, queramos cambiar muchas cosas y que lo hagamos pensando que así, seremos más fieles a nosotros mismos y daremos un matiz más interesante a nuestra vida.
El cristiano cambia, porque descubre que es necesario dejarse conducir por la Palabra de Cristo, e imitar el ejemplo que el nos dejó, y que no es otro que el servicio a los demás y el compromiso con el hombre y la mujer de hoy, sin creernos mejores que los demás, pero si necesarios para los demás.
Volvamos al camino y decidámonos a vivir todos los propósitos que nos hayamos hecho, pero en paz y en compromiso con el mundo, para erradicar de él la oscuridad y llenarlo de la luz del Evangelio.
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