Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato | Fuente: Catholic.net
Apocalipsis 15, 1-4: “Cantaban el cántico de Moisés y el cántico del Cordero”
Salmo: 97: “Señor, tus obras son maravillosas”
San Lucas 21, 12-19: “Todos los odiarán por causa mía. Sin embargo, ni un cabello de su cabeza perecerá”
Cuando nos enteramos de que México es uno de los países en donde más asesinatos ha habido de sacerdotes, de periodistas y de defensores de derechos humanos, no podemos menos que hacernos esta pregunta: ¿Es peligroso vivir el evangelio?
Hay quienes se acercan ingenuamente al evangelio pensando en vivirlo de tranquilamente sin sobresaltos ni peligros. También hay quienes prometen un evangelio de pura felicidad. El pasaje de este día nos muestra que si se vive radicalmente el seguimiento de Jesús, tendremos consecuencias frente a una sociedad que pone sus esperanzas en el poder personal, más que en la comunidad y en la fraternidad. No es raro encontrar que quienes buscan la defensa de los más pobres o de la naturaleza; quienes quieren construir un mundo al estilo de Jesús, tengan que sufrir las consecuencias de persecución, de agresiones y de descalificaciones. Jesús es la mejor muestra de cómo se vive el Evangelio.
Pasó haciendo el bien, curando a los enfermos, defendiendo la verdad y tuvo muchos enemigos que estaban atentos para atacarlo, difamarlo y desprestigiarlo. También a nosotros nos puede pasar lo mismo, pero debemos tener muy claro cuando sucede esto por defender la verdad y la justicia y cuando es un justo reclamo a nuestras incongruencias y a nuestros errores. Cristo promete su presencia para todo aquel que sigue su camino. Nos asegura que no debemos tener miedo y que Él hablará por nosotros. Estamos viviendo una situación extrema de violencia, de corrupción y de mentira.
Muchas veces pensamos que escondiéndonos y no participando, al menos no tendremos problemas, pero entonces estamos dejando que el mal crezca y somos responsables de que la injusticia se vaya extendiendo.
Que el escuchar estas palabras de Jesús nos despierte de nuestros letargos y nuestros miedos y nos anime a buscar medidas que detengan esta ola de corrupción. Es cierto que nos sentimos pequeños e impotentes, pero recordemos que Cristo está presente, camina con nosotros, lucha con nosotros y nos dará las palabras necesarias para defender su verdad.
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