miércoles, 14 de noviembre de 2018

El Señor es mi pastor, nada me faltará

Levántate y vete. Tu fe te ha salvado


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato | Fuente: Catholic.net



Tito 3, 1-7: “Andábamos perdidos, pero Cristo nos salvó por su misericordia”

Salmo 22: “El Señor es mi pastor, nada me faltará”

San Lucas 17, 11-19: “¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?”


¿Quedar curado y no acudir inmediatamente ante los sacerdotes a satisfacer las leyes que les permitieran retornar a la comunidad? Es evidente que los nueve curados están preocupados por volver a estar en comunidad, aunque se olviden de la gratitud y de que hay “otro sacerdote” y una “nueva ley” que les ha dado la posibilidad de una nueva vida. En el samaritano no sólo podemos reconocer la gratitud, virtud humana inapreciable y necesaria para todos nosotros, sino también la libertad que tiene frente a la ley para retornar hasta Jesús.




Diez eran los leprosos que se unían en la desdicha y en la necesidad, diez eran los que sentían necesidad de ser salvados y liberados de la lepra que nos marginaba y los condenaba a una vida miserable. Pero alcanzada la curación, los otros se olvidan de Quien se las ha concedido y sólo uno siente la necesidad de retornar a para agradecer a Jesús y éste era samaritano, de los despreciados, de los considerados impuros. Y éste recibe no sólo el reconocimiento de Jesús, sino la declaración más solemne: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”. ¿Los otros no tenían fe? Claro que nos responderán que tenían fe, pero estaba atada a las leyes, antes que al amor. Su fe era en las instituciones, en la necesidad de reconocimientos y en la declaración de pureza.

Al samaritano le interesa renovar ese encuentro con Jesús desde su gratitud: ha recibido gratuitamente el don, ahora no le importan los reconocimientos, quiere agradecer libremente lo que ha recibido. Gratitud, gratuidad y libertad, están muy en consonancia con la fe. Hoy tendremos que recordar que la fe es primeramente reconocimiento agradecido de que todo lo hemos recibido de Dios.

Tendrá que brotar un profundo gracias de nuestro corazón al contemplar la vida, la libertad, la belleza, la humanidad… Gracias por el amor que nos regala incondicionalmente nuestro buen Padre Dios, gracias por la hermandad, gracias por este mundo que no hemos acabado de destruir, gracias porque nos mantiene con vida… Gracias…. Primero el sabernos amados gratuitamente… después vendrán las leyes y los cumplimientos.

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