lunes, 8 de octubre de 2018
Levántate y sigue, no pares
Siempre pensamos que rectificar es de sabios, pero eso lo pensamos aplicado a nosotros mismos. Pero cuando otro se equivoca en su camino o en su vida, nos cuesta aceptar que, el también tiene derecho a rectificar y a cambiar su camino o su vida.
No podemos ser tan cínicos ni tan insultantemente celosos al creer que los demás no cambian o no crecen, y a la ver si darme a mi mismo ese beneficio que critico o niego a otros, porque en este mundo, todos tenemos la posibilidad de caernos y de enfangarnos, pero también tenemos la posibilidad de levantarnos y seguir adelante.
No consiste solo en ver lo mal que hacemos o hacen los demás las cosas. Más bien, debería consistir en darnos cuenta de que, de las caídas solo aprendemos y sacamos enseñanzas, para no caer de nuevo; pero que, lo más importante es el gesto de levantarnos y dejarnos ayudar, de comprometernos con el caído y no hacerle el vacío, de no creernos poseedores y dispensadores de la verdad.
En el Evangelio se nos invita a no estar celosos de los logros de los demás, ni a ponernos contentos cuando caen, sino más a bien a cuidar nuestra vida y nuestro camino, para que sean cauce de encuentro con los demás. Un cuidado que realizamos haciendo el bien, confiando en Dios y buscando todo lo que nos ayuda a crecer y a madurar como hombres y mujeres de bien, como hombres y mujeres de fe.
Confiar en el Señor es buscar su camino, remar siempre mar adentro y dejarnos encontrar por él, que da sentido nuevo a nuestra vida a nuestros pasos. A veces es difícil porque hay que dejar cosas a tras y buscar nuevas metas, pero también, muchas veces es necesario e imprescindible dar esos pasos y cambiar ritmos, rumbos y aventuras iluminados por el Señor.
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