ACÉRCATE UN POCO MÁS
Dicen que antes, cuando se iba a los bailes, las chicas iban con sus madres o sus abuelas, y que cuando las sacaban los chicos a bailar, las madres o las abuelas, no les quitaban ojo de encima, para ver lo que se acercaban al chico, o para ver si le ponía las manos donde no debía, porque entonces se levantaban e inmediatamente, arrancaban a la chica de las manos indebidas del chico.
Este domingo, el Evangelio nos habla de la cercanía que debemos tener con Jesucristo, pues se nos sigue presentado como el Pan de la vida, sin el cual no podemos vivir ni subsistir como creyentes y cristianos de verdad. Debemos tener necesidad de él para que obremos siempre como auténticos discípulos suyos.
Esta cercanía, debe llevarnos a alimentarnos de él, para hacerlo nuestro, parte de nosotros, uno con nosotros, porque es la única manera de tener la fuerza que necesitamos para ser en esta tierra, de verdad, sus testigos y anunciadores del Reino de su amor. Pero aún sabiendo esto, seguimos dejándolo a un lado y buscamos otro tipo de alimentos o sucedáneos.
Preferimos otras parejas en el baile antes que luchar por la que de verdad queremos. Perdemos tiempo en criticar a los que va a la Eucaristía antes que en buscar tiempo para sentir necesidad de Dios. Criticamos la mala actuación de algunos cristianos, y no nos damos cuenta de que así, criticando, estamos haciendo lo mismo que criticamos de ellos.
No crecemos ni maduramos criticándonos, no avanzamos aireando los trapos sucios de los demás, ni arrastrando al que me ofende, sobre todo, porque, si lo pienso, veo que así no consigo nada y que, si lo pienso más, no me gustaría que eso me lo hicieran a mi.
Cuanto necesitamos estar cerca de Él, del Pan de la vida, para darnos cuenta de que solo así, seremos de verdad hermanos, creyentes, testigos, y personas auténticas. Sí, sólo alimentándonos de él.
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