San Juan 6, 1-15: “Jesús distribuyó el pan a los que estaban sentados, hasta que se saciaron”.
El domingo pasado escuchamos en el Evangelio el relato del Pan de Vida. Jesús nos dará durante estos domingos siguientes, como una catequesis sobre la Eucaristía que nos hace caminar hacia el encuentro personal con él, recordándonos que es el verdadero Pan de la vida, el que nos alimenta para que tengamos y demos vida abundante.
Podemos pensar que es una antigualla o una ridiculez, seguir hablando de estas cosas en la Iglesia, sobre todo cuando, para muchos, ya la Eucaristía no significa gran cosa, o cuando hemos reducido las primeras comuniones a un mero acto social, que se realiza según elija el niño o no, porque ya los padres y padrinos se han olvidado de que son responsables de la educación cristiana de sus hijos, y esa educación, lleva consigo el acercarles a los sacramentos, el darles ejemplo de los primeros pasos en la fe.
Pero bueno, ese es un tema del que ya hablaremos, más delante. Hoy nos toca recordad y celebrar al Pan de la Vida, a Cristo vivo que se nos da como alimento de vida, para que también nosotros, imitándole, no solo nos alimentemos de él, porque tenemos necesidad de él, si no que también, seamos alimento para los hombres y mujeres de este mundo, en el sentido de que debemos entregar la vida y ser asiduos comensales a la mesa de la Señor, para luego salir al mundo y darnos tal y como él lo hizo.
No olvidemos nunca que, un cristiano y un creyente, solo se entienden como tales, cuando se dedican ha hacer vida en este mundo, en esta sociedad de hoy, la vida, el camino y las enseñanzas del Señor, porque sino, si que seremos nosotros unas antiguallas y unas personas pasadas de moda, que vivimos de ritos y de símbolos, pero no de experiencias de vida. Y Jesús es una experiencia personal de vida, que nos hace vivir a tope, dando vida al mundo
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