OTRA VEZ EL AMOR
No podemos cansarnos de escuchar a Cristo diciéndonos que su mandamiento principal es el amor. Y que nos amemos unos a otros para ser creyentes y cristianos de verdad. Que es el amor nuestro sigo de identidad, y que deben conocernos porque nos amamos.
No podemos cansarnos porque más bien nos aburre ya la misma cantinela, y eso que aún no la hemos estrenado, la mayoría, ni la vivimos en plenitud. Pues más bien nos conocen, no por el amor y la ternura que nos debemos tener unos a otros, sino por las críticas y los chismes que nos dedicamos los unos a los otros.
Da pena ver como los cristianos hemos cambiado este mandamiento tan sencillo, tan humilde y tan fácil de vivir y de llevar adelante y nos hemos dedicado a la crítica mordaz contra el hermano y a ser unos chismosos, sin darnos cuenta de que esto no hace vivir, sino que mata a la otra persona.
Pero, a pesar de todo, este domingo de Pascua, el Señor nos vuelve a recordar que nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos, a ver cuantos estamos dispuesto a vivir este amor tan desmedido y tan insultante, que deja al descubierto nuestras mediocridades y nuestras hipocresías.
Amar hasta dar la vida, porque solo así caeremos en la cuenta de que es Dios quien nos ha elegido ha nosotros para que hagamos lo que él hizo, y para que entendamos que él es amor, y que solo desde el amor lograremos conocerle y vivirle.
Sabías que…
Después de la consagración, y de la aclamación a Cristo presente en el altar bajo el pan y el vino, continúa el sacerdote recitando la Plegaria Eucarística, el gran texto de alabanza y acción de gracias a Dios, en el que le pedimos por el mundo, por la concordia, por las buenas relaciones entre nosotros, por las necesidades de nuestros hermanos y por el descanso eterno de nuestros seres queridos que ya han fallecido. Es una gran oración, en la intentamos poner ente Cristo, presente entre nosotros, todo aquello que hay en nuestro corazón y todas nuestras inquietudes, a la vez, que le suplicamos por lo que más necesitamos en ese momento. Por eso es la oración de toda la Iglesia, pues en ella, están contenidas todas las grandes peticiones, alabanzas y acciones de gracias que podemos dirigirle a Dios.
Después de invocar a los santos y la intercesión de san José y La Virgen María, termina con la elevación del Cuerpo y Sangre de Cristo, al que todos respondemos con el AMÉN que cierra esta gran Plegaria
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