Después de algunas semanas de descanso estival, el Papa Francisco retoma poco a poco su actividad normal, como la Audiencia General del miércoles que celebró esta vez en el Aula Pablo VI evitando así que los miles de peregrinos que asistieron tuvieran que soportar el fuerte sol y una temperatura que llega casi a los 40 grados en Roma.
El tema de la catequesis fue “El Bautismo: puerta de la esperanza” y con ella destacó cómo este sacramento es también luz para los no creyentes porque, de hecho, “la vida de la Iglesia es contaminación de luz” y esta “es la exhortación más bella que podemos dirigirnos unos a otros y que hay que recordar siempre por nuestro Bautismo”.
Francisco recordó que para los primeros cristianos “los antiguos ritos del Bautismo preveían que los catecúmenos hiciesen la primera parte de su profesión de fe con la mirada dirigida hacia occidente” puesto que significaba “el punto cardinal del atardecer, donde muere la luz”.
Y así “eran cuestionados: ‘¿Renunciáis a Satanás, a su servicio y a sus obras?’ Y los futuros cristianos repetían a coro: ‘¡Renuncio!’. Después se daban la vuelta y se dirigían hacia el ábside, en dirección al oriente, donde nace la luz, y los candidatos al Bautismo de nuevo eran interrogados: ‘¿Creéis en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo?’. Y esta vez respondían: ‘¡Creo!’”.
El Papa explicó que, sin embargo, “en los tiempos modernos se ha perdido la fascinación por este rito: hemos perdido la sensibilidad al lenguaje del cosmos. Ha quedado naturalmente la profesión de fe, hecha según la pregunta bautismal, que es la propia de algunos sacramentos. Ella permanece de todas maneras intacta en su significado”.
Pero, "¿qué quiere decir ser cristianos?", preguntó el Pontífice. “Quiere decir mirar a la luz, continuar haciendo la profesión de fe en la luz, también cuando el mundo está envuelto en la noche y en las tinieblas”.
“Los cristianos no están exentos de las tinieblas, externas o internas. No viven fuera del mundo, pero por la gracia de Cristo recibida en el Bautismo, son hombres y mujeres ‘orientados’: no creen en la oscuridad, sino en la claridad del día; no sucumbem a la noche, sino que esperan en la aurora; no son vencidos por la muerte, sino que anhelan resucitar; no se dejan doblegar por el mal porque confían siempre en las infinitas posibilidades del bien”.
“Nosotros somos aquellos que creen que Dios es Padre: ¡Esta es la luz!”, aseguró. “Creemos que Jesús ha venido en medio de nosotros, que ha caminado en nuestra misma vida, haciéndose compañero sobre todo de los más probres y frágiles. ¡esta es la luz!”, volvió a decir.
“Creemos que todo afecto, toda amistad, todo buen deseo, todo amor, incluso los más descuidados un día encontrarán su cumplimiento en Dios: esta es la fuerza que nos empuja a abrazar con entusiasmo nuestra vida de todos los días”.
El Papa recordó otro signo de la liturgia bautismal: “al final el rito, a los padres o al mismo bautizado, le es dada una vela, cuya llama se enciende del cirio pascual. Se trata del grande cirio que en la noche de Pascua entra en la Iglesia completamente a oscuras, para manifestar el misterio de la Resurrección de Jesús; de ese cirio todos encienden sus propias velas y transmiten la llama a los de al lado: en ese signo está la lenta propagación de la resurrección de Jesús en la vida de todos los cristianos”.
Por último, indicó que “hemos nacido dos veces: la primera a la vida natural, la segunda gracias al encuentro con Cristo, en la fuente bautismal”. “allí hemos muerto a la muerte, para vivir como hijos de Dios en este mundo. Ahí nos hemos hecho humanos como nunca hubiéramos imaginado”.
“En nosotros vive y obra el Espíritu de Jesús, primogénito de muchos hermanos, de todos aquellos que se oponen a la inevitabilidad de las tinieblas y de la muerte”.
“¡Qué gracia cuando un cristiano se convierte verdaderamente en un ‘cristo-foro’, es decir, en un ‘portador de Jesús’ en el mundo!”, exclamó.
“Sobre todo para aquellos que están atravesando situaciones de luto, de desesperación, de tinieblas y de odio”. Y esto “se entiende por muchos pequeños detalles: por la luz que un cristiano tiene en sus ojos, por el trasfondo de serenidad que no se ve afectado, incluso en sus días más complicados, del deseo de recomenzar a querer el bien incluso cuando se han experimentado tantas desilusiones”.
En resumen, “si somos fieles a nuestro Bautismo, difundiremos la luz de la esperanza de Dios y podremos transmitir a las generaciones futuras razones de vida”.
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