miércoles, 16 de diciembre de 2015

En Adviento, oremos por los cristianos perseguidos.



1. El Adviento en la oración del perseguido.
¡Que reines, Corazón Divino!
A ti, Señor, levanto mi alma: Dios mío, en ti confío; no quede yo defraudado; que no triunfen de mí mis enemigos, pues los que esperan en ti no quedan defraudados. (Sal 24, 1-3)
En Vos confío, en Vos confío…tú eres, Amor, mi esperanza, contra todo pronóstico. Lo he perdido todo: casa, amigos, familia, la tierra en la que nacieron mis mayores, mis hijos, yo mismo… por ti, por no negarte. Y todo lo estimo basura. Será necedad, o escándalo…pero yo te doy las gracias. En la prueba, me diste el no negarte. ¡Que reines, Corazón Divino! Mi esperanza está en ti, no quedaré defraudado.
El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto. (Sal 84,13)
¡Cuántos me han dado ya la espalda! ¡Cuántos piensan que soy un necio! Hubiera sido tan fácil…¿negarte? Pero, ¿a quién acudiría? ¡¡¡Sólo tú tienes palabras de vida eterna!!! Atrás quedó la llanura de Nínive, su tierra fértil. Hoy vivo bajo una lona, sobre un trozo de barro prestado. No dejes que flaquee. No dejes nunca de reinar en mí, ¡que reines, Corazón Divino!, y, aunque no tengo nada, que pueda dar fruto.
Pueblo de Sión: mira al Señor que viene a salvar a los pueblos. El Señor hará oír la majestad de su voz y os alegraréis de todo corazón. (Is 30, 19.30)
¡Pueblo mío! ¡Cuánto te veo sufrir! No pudimos huir todos. He visto morir a tantos hijos tuyos…pero el Señor mi Dios no puede engañarse ni engañarnos: salvará a mi pueblo. Pero, perdóname si te pregunto: ¿Cuándo, Dios mío? ¡Ven, Señor, no tardes! ¡Que reines, Corazón Divino!, haznos oír tu voz y alegra nuestros corazones.
 Ponte en pie, Jerusalén, sube a la altura, contempla el gozo que Dios te envía. (Ba 5,5;4,36)
¡Que reines, Corazón Divino! Que reines. Que contemplemos tu reino…aunque no sea de este mundo. ¡Qué no habrán visto mis ojos! “Si salgo al campo, encuentro heridos de espada, y si entro en la ciudad, encuentro muertos de hambre. Hasta profetas y sacerdotes vagan por el país desorientados.” ¡Ven, Señor, no tardes! Enciende mi esperanza, que me ensimisme contemplando el pesebre todavía vacío, esperando en Ti.
Estad siempre alegres en el Señor: os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca. (Flp 4,4.5)
Entre las lonas y las casetas prefabricadas, manchadas de barro sus pequeñas botas, los niños ríen y juegan. Les falta de todo, pero no han dejado de reír. Señor, que no nos olviden. Nos dicen que nuestros hermanos en la fe rezan por nosotros. ¡Necesitamos tantísimo de esa oración! Sólo Tú puedes, con esa oración suplicante, deshacer la mueca dolorida que se nos dibujó cuando cerramos nuestra casa y huimos. Lo perdimos todo, pero Tú estás cerca, llevando la cruz con nosotros. ¡¡Y resucitaremos Contigo!!
 Decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis. Mirad a nuestro Dios que viene y nos salvará. (Is 35,4)
 ¡Corazón Divino! ¿Cómo es ese reino tuyo de ternura? La Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros…La Palabra se hizo niño, se hizo ternura, llanto y abrazo. Cada domingo de este tiempo de espera encenderemos una luz nueva, se encenderá un poco más nuestra esperanza, esperaremos ver a nuestro Dios, tan pequeño y tan eterno. Mirad a Dios…¡es un Niño! Él nos salvará.
Cielos, destilad el rocío: nubes, derramad al Justo: ábrase la tierra y brote al Salvador. (Is 45,8)
 ¡Que reines, Corazón Divino! Tierno Corazón de niño, Corazón Sagrado que tanto ardes por nosotros. Te recibieron mejor los cielos, el rocío, las nevadas, los océanos y los ríos que los hombres, por los que temblando estaba de frío el mayor fuego del cielo… Ya llegas, ya llegas, y yo con este corazón helado. ¡Dame un corazón de carne, para latir contigo!
 Mirad: la Virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Dios-con-nosotros. (Is 7,14)
 La espera parece inútil a veces…pero nos has regalado a tu Madre, que nos enseña y nos ayuda a esperar. Madre de Dios y Madre mía, ¡enséñanos a Emmanuel! Cuando me falten las fuerzas, descansaré en tu regazo. (“¿Por qué tienes miedo, acaso no estoy yo aquí, que soy tu madre?”)

2. El Adviento en nuestra oración, por los cristianos perseguidos.
No olvidemos, en este tiempo de esperanza, sostener con nuestra oración a nuestros hermanos perseguidos. Supliquemos por quienes no tienen ya fuerzas para suplicar. La oración es escuchada. La oración sostiene. Es la esperanza del cristiano.
Aunque la higuera no echa yemas
y las viñas no tienen fruto,
aunque el olivo olvida su aceituna
y los campos no dan cosechas,
aunque se acaban las ovejas del redil
y no quedan vacas en el establo,
yo exultaré con el Señor,
me gloriaré en Dios mi salvador.

El Señor soberano es mi fuerza,
él me da piernas de gacela
y me hace caminar por las alturas.
(Ha 3, 17-19)

Y oremos todos, grandes y pequeños. Con gozo esperanzado, digamos juntos: ¡Ven, Señor, no tardes! ¡Que reines, Corazón Divino!
Para la oración de los pequeños comparto con vosotros una preciosa iniciativa de Ayuda a la Iglesia Necesitada: un calendario de Adviento con una oración para cada día, que se puede rezar con los niños de la casa. Podéis descargarlo  PINCHANDO AQUÍ.

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