Dos testimonios extraordinarios sobre la vocación.
"Bueno, ¿dónde te encontré para encontrarte -porque ciertamente no estabas en mi memoria antes de conocerte- dónde te encontré, entonces, para encontrarte, pero tú sobre mí?" No hay absolutamente ningún lugar, y nos desviamos y nos acercamos, y sin embargo no hay lugar. ¡Correcto! Tú presides en todas partes a todos los que te consultan, y al mismo tiempo respondes a todos los que te consultan, aunque sean cosas diferentes. Su respuesta, pero no todos escuchan con claridad. Todos te consultan sobre lo que quieren, pero no todos siempre escuchan lo que quieren. Tu mejor ministro es el que no asiste tanto a oír de ti lo que le gustaría querer lo que oye de ti.” (Confesiones, Libro X, cap. 26).
San Agustín en este párrafo resume, a mi juicio, con gran delicadeza de espíritu el mensaje que nos quiere transmitir el vídeo de hoy. ¿Cuál no es otro que el testimonio de dos “excelentes ministros”, que no han esperado oír de Dios tanto lo que querían, cuanto han oído de Dios? O dicho de otro modo: los dos han oído la voz de esa verdad que los presidía, la que buscaban y consultaban (en un retiro uno, en una misión el otro), y ésta respondía "claramente". Y aunque por lo general no todos escuchan su voz, porque no siempre escuchan lo que quieren o esperan escuchar de él, nuestros video sacerdotes sí lo hicieron. Lo escucharon y hasta lo siguieron, porque en el fondo aceptaban y deseaban su respuesta, lo que escuchaban al respecto tal como se les presentaba.
Los dos, a su vez, “se apartaron y se acercaron”, y así, en cierto momento, se sumergieron en esa profunda experiencia de contacto con la misericordia de Dios, con la vocación, que supera todo cálculo y expectativa. "No hay lugar" ni físico ni conceptual que pueda explicar o establecer los parámetros de la actividad de Su gracia. Porque Dios es quien nos es más íntimo que nosotros mismos, y vale la pena las oportunidades más insólitas para llevarnos de vuelta a Él. Él nos habla y llama desde lo más profundo de nuestro corazón ("En ti sobre mí" como dice Agustín), a través del abismo infinito que somos para nosotros mismos. Allí confirma su amor. Y sin embargo todo lo trasciende y todo lo penetra -desde lo más alto del cosmos hasta lo más mínimo del micro-cosmos- con paradójica ironía,
He aquí el otro punto fundamental de la experiencia de nuestros dos amigos sacerdotes. Ambos descubrieron ese llamado de Dios para seguir haciendo posible que esa presencia esté literalmente al alcance de todos. Comprendieron en primera persona el valor de esa presencia y la necesidad que tiene Dios de mediadores para poder seguir llegando a los confines del mundo ya las periferias existenciales. La necesidad del señor de los sacerdotes.
O en palabras de San Agustín, entendieron que:
¿Quién te va a llamar si no te conoce antes? Porque, sin saber, fácilmente puedes invocar una cosa por otra. ¿Preferirías no ser convocado para ser conocido? Pero ¿cómo invocarán al que no han creído? ¿Y cómo creerán si no se les predica? (Confesiones, Libro I, cap. 1).
Esta verdad continúa desafiándonos. Necesita también obreros mediadores que lleven ese pan que pueda saciar el hambre de vida eterna que tienen los hombres. Ella (la Verdad) nos preocupa y sigue reproduciéndose con claridad, como el murmullo del agua cristalina. Si hacemos silencio por un momento, podemos escuchar la voz (a pesar de este video). Si por casualidad percibes que eres uno de esos ministros a los que llama, escúchalo con la mejor actitud, es decir, con ganas de abrazar lo que escuchas de él. Pues queriendo llegará a saberlo, y el conocimiento verdaderamente creerá en lo que se te ha predicado, y creerás que lo seguirás, y en el camino un buen día podrás decir con dramática felicidad:
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. Cumpliré el Señor mis votos en presencia de todo el pueblo. Sal. 115
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