Iniciamos el mes de octubre, el mes del Rosario, poniéndonos bajo la protección de la Virgen María, para que ella siga cuidándonos y ayudándonos a cuidar a los demás, en medio de esta pandemia que no ha terminado. Si bien es cierto que los datos de contagios han mejorado mucho gracias a la vacuna y a los cuidados, también es cierto que no debemos bajar la guardia, pues sigue presente el virus entre nosotros, y sabemos que resurge a las primeras de cambio. Sigamos usando el sentido común y no tengamos prisas en hacer lo de antes, porque todo ha cambiado, y las cosas ya no son como antes, y bien sabemos que es así.
Es, además, el mes del Santísimo Cristo de la Misericordia, tan querido en nuestro pueblo y, ante el que siempre, hay alguien orando, suplicando o dando gracias. A Él le acomendamos el comienzo de este curso pastoral, marcado por el camino de la sinodalidad, al que en papa Francisco a invitado a toda la Iglesia, y en que también, estaremos nosotros como parroquia que camina en esta porción del Pueblo de Dios, al encuentro con Cristo, de una manera unida, común, y escuchándonos, compartiendo juntos nuestros anhelos y esperanzas, ilusiones y caídas, porque juntos debemos ayudarnos y ser peregrinos en este camino nuevo que Dios pone delante de nosotros.
Por eso, durante este mes, rezaremos el Santo Rosario antes de las misas ofreciéndolo por el fin de la pandemia, por el descanso eterno de los que siguen falleciendo y por el consuelo de sus familias; y, de una manera especial, por nuestros hermanos de la Isla de La Palma, en medio de esta crisis volcánica en la que muchos lo han perdido todo, seguros de que María nos ayuda a seguir adelante, a cuidar y cuidarnos.
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