martes, 21 de julio de 2020

No dejemos nada para después

Fijémonos metas, organicemos nuestro tiempo, cumplamos nuestros compromisos.
Por: Mónica Muñoz | Fuente: Catholic.net


Estamos imbuidos en un mundo de contradicciones, por un lado, todo parece haberse detenido desde que comenzó la pandemia en nuestro país. Muchas situaciones han cambiado desde entonces, como la prisa que teníamos por llegar a todos lados. Ahora, con la restricción que tenemos para salir debido a la posibilidad de contagio, hemos tenido que prescindir de actividades usuales y cotidianas como ir a trabajar o a estudiar. Nos hemos visto obligados a bajar el ritmo de vida y mantenernos en resguardo en nuestra casa, concretando nuestras salidas para actividades indispensables como comprar comida, y, en algunos casos acudir a trabajar.

Por otra parte, nos hemos visto forzados también a adentrarnos en el uso del internet para mantenernos en comunicación, muchos afortunados, para continuar con su trabajo en casa, los estudiantes de todos los niveles para concluir el ciclo escolar, situación sumamente difícil para las comunidades rurales y personas de escasos recursos, sin embargo para un elevado número de individuos ha significado dar un gran salto desde el escaso o nulo uso de las tecnologías hasta convertirse en usuarios habituales.

Pero, más allá de esta situación, que todos esperamos, pase pronto, nos hemos dado cuenta de que extrañamos el contacto físico con la gente, querida o desconocida, lo cual se nota inmediatamente en el número de personas que comienzan a acudir a los sitios públicos que están abriendo poco a poco, y, aunque aún está restringido el acceso para algunas personas, cada día es más frecuente observar a familias enteras en la calle.

A pesar de este fenómeno, creo que aún no hemos superado una actitud a la cual está encadenada una gran parte de la humanidad: la procrastinación, como se dice actualmente, o para que nos quede más claro el término, dejar todo para después.

Tenemos más tiempo libre, ciertamente, sin embargo, muchos de los buenos propósitos que nos habíamos fijado a principios de año se han postergado indefinidamente, por enésima vez. Creíamos que era por falta de tiempo que no podíamos cumplir con lo prometido, pero, ahora que lo tenemos, nos hemos desengañado nosotros mismos.



¿Por qué nos cuesta tanto trabajo vencernos y actuar para combatir nuestros vicios, o peor aún, para cumplir nuestros sueños y objetivos?

Creo que puede ser porque no estamos acostumbrados a fijarnos metas. Imaginamos que la vida nos premiará con lo que merecemos, sin esfuerzo alguno, que quizá, por intervención divina, cambiarán las cosas y que obtendremos todo lo que anhelamos con sólo desearlo.

Y estamos tan convencidos de ello, que preferimos dejar de pensar en lo que nos puede sacar de nuestra zona de confort y volver a soñar despiertos, aunque, muy en el fondo, sabemos que la única manera de obtener lo que queremos será con mucho esfuerzo y tenacidad.

Así pues, tristemente, el que espera que la ayuda le venga sola, se llevará una gran decepción. De la misma manera, si dejamos para después hasta lo más importante, pronto se nos irá la vida, y cuando volteemos para echar un vistazo hacia atrás, lo único que podremos ver será una vida desperdiciada, relaciones olvidadas y compromisos echados a la basura por desidia.

No permitamos que esto suceda, fijémonos metas, organicemos nuestro tiempo, cumplamos nuestros compromisos, cultivemos nuestras relaciones interpersonales y pongamos a trabajar los dones que poseemos para mejorar nuestra vida cada vez más. Recordemos que todo lo que hagamos o dejemos de hacer, marcarán nuestro camino y dejará huella en todos los que conviven con nosotros, sobre todo los más pequeños para quienes somos ejemplo a seguir.

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