Santo Evangelio según san Mateo 9, 18-26.
Por: Francisco J. Posada, LC | Fuente: www.somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que pueda confiar en ti para que mi vida se llene de tu gracia y amor. Que tenga la certeza de que Tú quieres lo mejor para mí y que me ayudarás en todo momento, especialmente cuando me encuentro en grandes dificultades.
Evangelio
Del santo Evangelio según san Mateo 9, 18-26
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se le acercó un jefe de la sinagoga, se postró ante él y le dijo: “Señor, mi hija acaba de morir; pero ven tú a imponerle las manos y volverá a vivir”.
Jesús se levantó y lo siguió, acompañado de sus discípulos. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orilla del manto, pues pensaba: “Con sólo tocar su manto, me curaré”. Jesús, volviéndose, la miró y le dijo: “Hija, ten confianza; tu fe te ha curado”. Y en aquel mismo instante quedó curada la mujer.
Cuando llegó a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús a los flautistas, y el tumulto de la gente y les dijo: “Retírense de aquí. La niña no está muerta; está dormida”. Y todos se burlaron de él. En cuanto hicieron salir a la gente, entró Jesús, tomó a la niña de la mano y ésta se levantó. La noticia se difundió por toda aquella región.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cuando nos enfrentamos a los sufrimientos, nuestra fe es puesta a prueba. En momentos cuando descubrimos que alguien querido está muy enfermo, está pasando por un mal momento o, sobre todo, cuando quien sufre es un niño o niña, nos toca aún más el corazón.
Conocí a una niña que desde hacía 4 años no veía a sus papás, la estaban cuidando sus abuelos, y cuando tenía 7 años llegó el momento de que fuera con sus papás. Desafortunadamente en el camino, que era largo, la secuestraron y pidieron a sus papás dinero por el rescate de la niña. ¡Cuánto sufrieron sus padres al saber que su pequeña estaba en estas circunstancias! Ante una prueba de tal tamaño el recurrir a Dios era algo normal, pero conforme pasaba el tiempo, el dolor crecía y la esperanza bajaba. Gracias a Dios la niña pudo volver con sus padres después de un par de meses difíciles. Su madre comenzó a rezarle más a Dios cuando su familia se encontraba en esta situación, necesitaba ayuda y se la pidió a Dios, le encomendó a su hija para que la pudiera ver de nuevo.
El ver que hay niños y niñas que sufren en el mundo, nos hace preguntarnos: Dios, ¿por qué tienen que sufrir estas creaturas inocentes? ¿Qué mal han hecho? Con el don de la fe podemos recurrir a Cristo, no solo para quejarnos, sino para pedirle ayuda. Él sabe cómo solucionar nuestros problemas, pero necesitamos creer en Él, tener esa confianza que, aun en la muerte, no se quebranta porque sabemos que Él lo puede todo.
Pidámosle al Señor que nos conceda la gracia de una fe cada vez más fuerte y una confianza inquebrantable para que, aun en las dificultades, sepamos confiar en nuestro Padre amoroso.
«El Señor es refugio para los fieles que lo invocan en la tribulación. Por lo demás, precisamente en estas situaciones es donde nuestra oración se vuelve más pura, cuando nos damos cuenta de que las seguridades que ofrece el mundo valen poco y no nos queda más que Dios. Sólo Dios abre el Cielo al que vive en la tierra. Sólo Dios salva. Y este confiar de modo total y extremo es lo que une al jefe de la sinagoga y a la mujer enferma en el Evangelio. Son episodios de liberación. Ambos se acercan a Jesús para obtener de él lo que ningún otro les puede dar: la liberación de la enfermedad y la muerte. Por una parte, tenemos a la hija de una de las autoridades de la ciudad; por otra, tenemos a una mujer que padece una enfermedad que la convierte en una excluida, una marginada, una persona impura. Pero Jesús no hace distinciones: la liberación se concede generosamente en ambos casos. La necesidad coloca a las dos, a la mujer y a la niña, entre esos “últimos” que hay que amar y levantar».
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de julio de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Cuando me levante voy a poner mi día en las manos de Dios confiando que Él me ayudará.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén
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