Por: H. Leonardo Garzon, LC | Fuente: www.somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, enséñame a abrir mi corazón para recibir tu palabra; dame fuerza para poner en práctica tus mandatos. Ilumina, señor, mis caminos para que vaya por los senderos de justicia y amor en los que te pueda encontrar. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 12, 44-50
En aquel tiempo, exclamó Jesús con fuerte voz: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquél que me ha enviado; el que me ve a mí, ve aquél que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas.
Si alguno oye mis palabras y no las pone en práctica, yo no lo voy a condenar; porque no he venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.
El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene ya quien lo condene: las palabras que yo he hablado lo condenarán en el último día. Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que mi Padre, que me envió, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar. Y yo sé que su mandamiento es vida eterna. Así, pues, lo que hablo, lo digo como el Padre me lo ha dicho”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
1. «Yo he venido al mundo como luz»
En este Evangelio Cristo nos revela su misión, la tarea que el Padre le ha encomendado al enviarlo al mundo. Cristo ha venido para iluminar las vidas de los que se encuentran en tinieblas, para ser alivio de los que sufren, consuelo de los que lloran, salud de los que están enfermos.
Hoy más que nunca nos podemos encontrar en una situación en la que nuestras vidas han sido abatidas por las «tinieblas». Tal vez sea alguna enfermedad lo que oscurece nuestras vidas, tal vez el miedo de la incerteza del futuro, o tal vez la pérdida de un ser amado. Son muchas las cosas que pueden cubrir con tinieblas nuestras vidas y nos llenan de sentimientos de miedo, inseguridad y tristeza.
Sin embargo, Jesús, que ve en lo más íntimo de nuestras almas, ha venido para sacarnos de las tinieblas que pesan sobre nosotros. Dios es el único que puede dar sentido a nuestros sufrimientos, es Él quien nos fortalece para seguir en la lucha, y es Él quien ilumina nuestro camino. No importa que tan fuerte sean las tinieblas que nos oprimen, siempre las podremos superar con la ayuda de nuestro Señor. Lo único que tenemos que hacer es dejar que Él venga a nosotros e ilumine el camino que debemos tomar.
2. « …No he venido al mundo para condenar al mundo»
A veces podemos caer en la tentación de pensar que todo lo malo que nos sucede es un castigo divino, que las enfermedades y sufrimientos que nos agobian son un castigo por nuestros pecados. No es así…
Primero que todo, Dios es padre, y es el padre por excelencia. Así como el padre amoroso quiere lo mejor para sus hijos, así Dios quiere lo mejor para cada uno de nosotros. Él no es un Dios terrible que nos juzga por los crímenes cometidos, sino que es un padre que nos ve con ojos de misericordia.
Jesús ha venido a revelarnos el amor del Padre, Él mismo lo dice: el que me ve a mí, ve aquél que me ha enviado. Jesús no viene como verdugo a ejecutar sentencias sobre los pecadores, sino como el hermano mayor, enviado por un padre amoroso en busca del hermano menor que se había extraviado.
«Escuchando con respeto la realidad y tratando de discernir juntos los signos de la presencia del Espíritu, que genera liberación y nuevas posibilidades, podemos ayudar a todos a recorrer con alegría el camino del bien. Las realidades para escuchar son, ante todo, los sufrimientos y las esperanzas de aquellos que las mil formas del poder del pecado continúan condenando a la inseguridad, a la pobreza y a la marginación. San Alfonso se dio cuenta muy pronto de que no se trataba de un mundo del cual defenderse y menos aún al que condenar, sino sanar y liberar, imitando la acción de Cristo: encarnarse y compartir las necesidades, despertar las expectativas más profundas del corazón, asegurar de que cada uno, por frágil y pecador que sea, está en el corazón del Padre Celestial y es amados por Cristo hasta la cruz. El que está tocado por este amor siente la urgencia de responder amando. Todas las palabras de la teología moral deben dejarse plasmar por esta lógica misericordiosa, que hace encontrarlas, en efecto, como palabras de vida en plenitud. De hecho, son un eco de las del Maestro que dice a sus discípulos que no ha venido «para condenar al mundo, sino para salvarlo».
(Discurso S.S. Francisco, 9 de febrero de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Antes de irme a dormir, voy a tratar de traer a la memoria cinco gracias que Dios me haya concedido el día de hoy.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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