miércoles, 15 de abril de 2020

Vía Lucis, el camino de la Luz

Así como celebramos el Vía Crucis, con más razón tenemos que celebrar la realidad. El Vía Lucis nos pone en contacto con Jesús Resucitado, el que vive.


Por: Gustavo Daniel D´Apice | Fuente: Gustavo Daniel D´Apice



El Vía Lucis (El Camino de la Luz)
Así como en el Tiempo de preparación para la Pascua, la Cuaresma, hablamos del Vía Crucis bíblico, promulgado por el Papa Juan Pablo II, en el Tiempo de Pascua, tiempo de plenitud y de realización, hablamos y celebramos el Camino de la Luz: No ya meditar y actualizar los misterios que ya pasaron, sino celebrar la realidad de la Persona de Jesús tal como ahora está: resucitado corporalmente y repleto de luz, gloria y esplendor, tal cual estaremos nosotros con nuestros propios cuerpos transfigurados al final de los tiempos.

Para ello nada más hermoso y gratificante que recrear las escenas bíblicas de Jesús Resucitado, no ya en estaciones dolorosas, sino en estaciones luminosas, gloriosas, transfigurantes.

Así como el Vía Crucis se celebra popular y devocionalmente los viernes, y tal vez los martes (días de misterios dolorosos), el Vía Lucis es propio del Domingo (del lat. 
Dominicus, día del Señor Domine-), día en que resucitó Jesús al amanecer, y también el miércoles, en que tradicionalmente se meditan los misterios gloriosos de salvación.

No obstante, según la devoción y práctica personal, nada impide que uno y otro se celebren también particularmente en distintos días y circunstancias, según lo establezca cada uno por sí mismo, en compañía o en comunidad familiar o eclesial.

Así presentado, puede comenzarse con la señal de la cruz y una oración de pedido de perdón a Dios Padre para celebrar con mayor libertad de corazón y espíritu la gloria del Señor Jesús Resucitado, culminando cada Estación con una oración a Él que haga referencia a lo meditado.




Con la meditación del Camino de la Luz, nuestros ojos se harán más transparentes, nuestra mirada más límpida, nuestro corazón más puro.

La gloria de la Resurrección penetrando nuestra pobre vida mortal, puede hacer que nos llenemos de fuerzas nuevas, de una fe capaz de mover montañas y de, por qué no, cambiar nuestra historia personal y comunitaria, de esperanza cierta de que las cosas serán modificadas para bien y que no involucionarán para peor jamás, de amor virtuoso y solidario que busque el bien y la felicidad de todos.

Jesús Resucitó. Es nuestra esperanza y nuestra vida. Ya desde ahora somos dichosos.

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