lunes, 2 de marzo de 2020

Palabras del Párroco

EL DIÁLOGO SINCERO DE LA CONVERSIÓN

La Cuaresma que hemos comenzado el pasado miércoles, nos adentra en un diálogo sincero de conversión al buscar el encuentro con Cristo. Un diálogo que nos llama a no dejarnos cautivar ni enamorar por las cosas o actitudes pasajeras, por el quedar bien, o por ideas preconcebidas o traídas del pasado. Un diálogo que busca, sobre todo, el sentirnos atraídos por la experiencia del amor de Dios, manifestada en la vida entregada de Cristo por nosotros.



La Cuaresma nos anuncia que, las tentaciones son una normalidad constante en nuestra vida, y nos recuerda, una vez más, que necesitamos, la gracia, la fuerza del amor de Dios, para poder vencerlas. No podemos actuar como ilusos y pensar que el espíritu del mal, el demonio, no existe, sino que más bien deberíamos ponerle cara y nombre, en aquello que no nos deja ser lo que tenemos que ser, o en aquellas actitudes personales que nos hacer vivir egoísta o soberbiamente. O en todo lo que nos separa de los demás y nos encierra en mis argumentos y en mis razones, que nadie puede mover. O peor todavía, en la autosuficiencia y la indiferencia de vivir desde un cinismo práctico o una mentira ideologizada, que hacen que los demás tengan que pasar por mi aro, porque solo yo tengo la razón, aunque no la tenga.

Cristo es tentado en el desierto, después de pasar cuarenta días buscando el sentido y la razón de su vida en este mundo, pero no perdió la paz, ni la confianza en el Padre, se dejó llevar por el amor que sentía en su corazón y por el sentirse amado por Aquél en el que nunca dejaba de confiar; y por eso, cuando se acerca el espíritu de la mentira, es capaz de vencer, enseñándonos que la aceptación total del amor de Dios, la esperanza de creer que todo es obra de Dios y que él nos conforta, el abandono en su infinita ternura, le hacen esperar solo en Dios y no en las engañosas cosas, acciones o actitudes vanas de este mundo materialista y cínico, al que no le interesa dialogar, sino imponerse desde el engaño.

La Cuaresma es el tiempo de abrirnos al camino de diálogo del cambio, del quitar lo que sobra y no nos aporta nada y de atrevernos a cambiar, lo que sea necesario: -Sí, ¿porqué no? -a cambiar, y adentrarnos en la novedad del amor de Dios.

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