EL CAMBIO SIEMPRE ES AVENTURA
Estamos viviendo tiempos de muchos cambios a nivel social, económico y hasta eclesial. Cambios que, de una u otra manera nos pueden llegar a desestabilizar o a inquietar, sobre todo, porque, el cambiar es siempre una aventura, nunca conocida, a veces deseada, y otras, no querida.
Para cambiar, hace falta hacer una lectura de la realidad, social, comunitaria o personal, ver dónde estamos y cómo estamos, y descubrir a dónde es preciso llegar y cómo debemos llegar, porque los cambios no son acciones de hoy para mañana, sino que requieren un discernimiento, una elección y un ponernos manos a la obra.
El Evangelio de este domingo, que nos sigue narrando las primeras acciones de Jesús, nos invita a ponernos en camino, a dejar a Cristo adentrarse en nuestra historia personal y a aceptar, con libertad, los nuevos retos que Él nos plantea. Y para eso, nada mejor que la gran aventura del encuentro con Él en nuestra vida. No solo escuchando su Palabra, sino dejándonos interpelar por ella y decidiéndonos a andar por los caminos nuevos a los que nos llama. Aceptar esa llamada que estamos escuchando y decidirnos a responder, como los discípulos, que dejan todo y le siguen en el camino desconcertante y de superación personal que les propone.
Cristo comienza llamando a la conversión, al cambio de vida y de actitudes, siempre que sea preciso y necesario hacerlo, pero no para adecuarnos al mundo, sino para hacer realidad en nosotros lo que quiere Dios de cada uno, aquí y ahora. Por eso la respuesta a su llamada es lo más importante, pues, seguro, que nos está llamando a una aventura nueva y apasionante, que cambia, muchas veces, nuestras cobardías en victorias, nuestras negatividades en positividades, nuestro inmovilismo en apertura, nuestro cansancio en esperanza y nuestras apatías en ganas de crecer y avanzar.
Los cristianos somos hombres y mujeres en permanente camino hacia Cristo, y por eso somos siempre llamados a cambiar y a mejorar para transparentarle más a Él, que es el importante y a quien anunciamos con nuestras obras. No nos quedemos en divisiones tontas y absurdas, en caminos aburridos y cansados, sino que descubramos la irrupción del que “hace todo nuevo” en nosotros. Y no olvidemos que este domingo, el Papa Francisco lo ha declarado como domingo de La Palabra de Dios, para que nos acerquemos más a ella, la leamos y meditemos, y veamos en ella la verdad y la voluntad, siempre nueva, que nos regala Dios nuestro Padre, como la luz que debe iluminar y guiar siempre nuestros cambios y nuestros caminos.
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