TIEMPOS DE TESTIMONIOS
Después de terminar las fiestas de la Navidad, el tiempo sigue y nuestro camino también. Pero no a saltos, como si fuéramos de fiesta en fiesta, preparándonos ahora para los carnavales y después para la Semana Santa; porque nuestra vida no es un mueble lleno de compartimentos o cajones y gavetas, es un camino que vamos recorriendo poco a poco y paso a paso, y deberíamos disfrutar de ese poco a poco y de cada paso.
El volver a la cotidianidad de la vida, del día a día, es aprender a descubrir como no hacen falta grandes acontecimientos para ser nosotros mismos, ni para disfrutar de las cosas o las personas. Solo necesitamos aprender a valorar lo que tenemos, lo que hemos ido construyendo y lo que hemos ido haciendo. Es darnos cuenta de que, en las pequeñas cosas, en los detalles, están los signos de la alegría y de la felicidad que no es momentánea y que no se acaba al guardar los adornos.
Y sencillamente, porque nuestra vida no es de acontecimientos, nada más, sino que es un itinerario de pasos y de caminos nuevos que tenemos que descubrir y aprovechar. Como en el Evangelio de este domingo, en el que Juan el Bautista, nos invita a dar testimonio de las cosas y motivos que mueven nuestra vida. Él lo hace presentado a Jesús y hablando de él, como la novedad que irrumpe en nuestra historia de una manera nueva y diferente. El que no solo borra los pecados, los fallos o los errores, sino como el que los quita para siempre; pues si en Navidad hemos celebrado que es el Dios-con-nosotros, ahora experimentamos esa presencia real y cotidianita, desde lo profundo del corazón hasta la realidad de los gestos y palabras de cada instante.
El testimonio de lo que vivimos y experimentamos en nuestra vida de fe, no podemos esconderlo u ocultarlo en la esfera de lo privado, pues una fe que no se comunica y testimonia, es una fe muerta, inservible y sin razones. No podemos hacer caso a los que nos dicen que la fe es para la sacristía o para el grupo, pues la fe es razón de vida, opción fundamental por estar comprometidos e implicados en el mundo, llevando un estilo nuevo de vida allí donde es necesario. Y por eso no se esconde, pues su naturaleza es pública y así debemos vivirla y expresarla, sobre todo por nuestras buenas obras y acciones, por nuestro compromiso cotidiano con el que sufre y padece y con nuestra vivencia explicita de que, otra realidad y otro mundo son posibles, aquellos en los que se viva desde el encuentro, el optimismo y la cooperación, sin dejar cabida al odio, a la venganza o a la crítica destructiva.
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