El verano es para nuestro pueblo de Garachico el tiempo en el que comenzamos a celebrar nuestras fiestas patronales. En este mes de julio las de Santa Ana y San Joaquín, y en el mes de agosto las del Glorioso San Roque.
Por lo que son meses de unidad y de buscar festejar nuestra fe en Dios, por regalarnos tan grandes protectores y testigos de su preocupación por cada uno de nosotros.
Pero no podemos olvidar tampoco que en mitad del mes, nos sale al encuentro la Virgen María, en su advocación del Carmen, la mujer patrona de las gentes del mar, Refugio de los pecadores, y Madre que nos acerca a Cristo su Hijo. Por eso, hacer fiesta religiosa no es un juego de niños, sino que es una actitud eminentemente cristiana, ya que celebramos juntos, aquello que nos une para ser testigos de la vida nueva y del amor de Dios en medio del mundo.
Este verano es un tiempo para buscar momentos de encuentro, de acercamiento, de compartir lo que nos une y de enriquecimiento con todo el que se acerca a nosotros y con todo el que simplemente viene a visitarnos.
Sigamos el ejemplo de Santa Ana y de San Joaquín y seamos creyentes abiertos y expectantes a la sorpresa de la irrupción de Dios en nuestra vida.
Una actitud que nos hará cada día dar un testimonio creíble de nuestra fe y de nuestra actividad cristiana en este lugar en el que Dios nos ha colocado, como portadores de su amor y de su misericordia.
Nuestra parroquia, en nuestro pueblo, debe ser también, un oasis de descanso y de silencio para poder contemplar el ejemplo de nuestra patrona y de su esposo, porque desde esa contemplación, seremos capaces de agradecer a Dios su paso rejuvenecedor por nuestra vida.
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