Carmen.
A las 20:00 horas tendremos Rezo del Rosario, embarque y procesión de regreso a La Parroquia
Palabras del Párroco:
SER ACOGEDOR ENRIQUECE
Últimamente se habla mucho de lo importante que es acoger a los demás, sobre todo a los que vienen sin nada y a los que llegan sin esperanzas ni ilusiones. Pero también se habla del miedo que dos da ser acogedores con los inmigrantes y los refugiados, porque acoger al que está de paso, es relativamente fácil, pero hacer lo mismo con quien no sabemos si se quedará o no, ya se nos presenta más complicado.
Sobre todo, porque nos damos cuenta de que la migración no es un problema, sino que es una realidad a la que debiéramos responder con formas y mecanismos actuales, reales, sensibles y cristianos, no con temor y con recelo. La mayoría de nosotros, hemos vivido en nuestras familias estas realidades, y lo que las provoca, y por eso no se nos escapa que, donde hay que poner el foco de atención es el punto de origen y no en el de llegada. Es allí donde hay que implantar ayudas y recursos para promocionar la vida, la esperanza y la dignidad de esos hermanos y hermanas nuestras. Y aquí ser consientes de que, si no somos acogedores, acabaremos siendo personas con el corazón cerrado y el espíritu ensombrecido.
Por eso, la Palabra de Dios, nos invita este domingo a la acogida de verdad, a ser consientes de que, el que viene, merece, por lo menos, una hospitalidad que le ayude a seguir su camino con esperanza y a vivir con dignidad, para que puedan hacer realidad sus sueños, no para que se encierren en su dolor y en su soledad, porque eso conducirá a males mayores, sino para que se vea útil y necesario en esta nueva realidad que le acoge y le ayuda, que se enriquece con lo que aporta y que le enriquece con lo que le da.
Es una gran provocación que no se arregla con palabras bonitas, o con buenas intenciones, o con colectas en fin de semana, sino que necesita una implicación total y a nivel de fe, para saber que es un hermano el que viene y necesita ayuda, y que si yo puedo dársela, no debo negársela, aunque esa ayuda sea enseñarle a adaptarse, a vivir una nueva realidad y a proponerle una necesaria integración, porque eso es lo que nos enriquece a todos: no los enfrentamientos pueriles y vacíos, sino la integración como camino de crecimiento comunitario y como enriquecimiento mutuo. Lo veremos en las lecturas de este domingo, tanto en Abrahán, como en Jesús y en sus amigos.
Últimamente se habla mucho de lo importante que es acoger a los demás, sobre todo a los que vienen sin nada y a los que llegan sin esperanzas ni ilusiones. Pero también se habla del miedo que dos da ser acogedores con los inmigrantes y los refugiados, porque acoger al que está de paso, es relativamente fácil, pero hacer lo mismo con quien no sabemos si se quedará o no, ya se nos presenta más complicado.
Sobre todo, porque nos damos cuenta de que la migración no es un problema, sino que es una realidad a la que debiéramos responder con formas y mecanismos actuales, reales, sensibles y cristianos, no con temor y con recelo. La mayoría de nosotros, hemos vivido en nuestras familias estas realidades, y lo que las provoca, y por eso no se nos escapa que, donde hay que poner el foco de atención es el punto de origen y no en el de llegada. Es allí donde hay que implantar ayudas y recursos para promocionar la vida, la esperanza y la dignidad de esos hermanos y hermanas nuestras. Y aquí ser consientes de que, si no somos acogedores, acabaremos siendo personas con el corazón cerrado y el espíritu ensombrecido.
Por eso, la Palabra de Dios, nos invita este domingo a la acogida de verdad, a ser consientes de que, el que viene, merece, por lo menos, una hospitalidad que le ayude a seguir su camino con esperanza y a vivir con dignidad, para que puedan hacer realidad sus sueños, no para que se encierren en su dolor y en su soledad, porque eso conducirá a males mayores, sino para que se vea útil y necesario en esta nueva realidad que le acoge y le ayuda, que se enriquece con lo que aporta y que le enriquece con lo que le da.
Es una gran provocación que no se arregla con palabras bonitas, o con buenas intenciones, o con colectas en fin de semana, sino que necesita una implicación total y a nivel de fe, para saber que es un hermano el que viene y necesita ayuda, y que si yo puedo dársela, no debo negársela, aunque esa ayuda sea enseñarle a adaptarse, a vivir una nueva realidad y a proponerle una necesaria integración, porque eso es lo que nos enriquece a todos: no los enfrentamientos pueriles y vacíos, sino la integración como camino de crecimiento comunitario y como enriquecimiento mutuo. Lo veremos en las lecturas de este domingo, tanto en Abrahán, como en Jesús y en sus amigos.
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