Este domingo de Pascua, la Palabra de Dios, nos llama de nuevo a ser conscientes de nuestro ser de cristianos y de creyentes, pero dejándonos llenar por el Espíritu del Amor de Dios, el que envía el Padre desde el cielo para mostrarnos, lo importante que es ser consecuentes con nuestra fe en Cristo
Creer no es hacerlo en una serie de normas y de mandamientos, porque si solo nos dedicamos a cumplir cosas, caeremos en la sensación de que, haciendo cosas o ritos vacíos, ya tenemos todo el camino recorrido, y nos pensaremos que esto es como una carrera de obstáculos, creyendo que, cuentos más superemos más habremos ganado.
Y creer es todo lo contrario, no es cumplir, es vivir la adhesión a la persona viva que es Jesucristo, porque es esa adhesión la que nos cambia la vida, la que nos llama a imitarle y ha hacer lo que Él hizo, simplemente porque os atrevemos a vivir desde el encuentro con él, y desde el dejarnos iluminar por su Palabra que es verdad, que es vida nueva para todos.
El que cree a Jesucristo, el que se deja llenar y enamorar por su Palabra, el que descubre en ella una nueva luz, es el que se decide a amar sin complejos, a vivir ese mandamiento principal que él nos dejó como distintivo de los cristianos, como camino de cercamiento a Dios y a cada hermano.
Escuchar la Palabra y dejarnos empapar por ella, es la primera acción, para no ponernos nosotros en el lugar de Cristo, sino para dejarle hablar a él y vivir haciendo lo que él os dice cada día, sobre todo, porque es esa Palabra divina la que nos libera, la que nos hace cambiar nuestras formas y maneras, la que nos introduce, de una manera práctica en la lógica de la ternura y del amor de Dios.
Pero el que no la escucha y no se deja llenar por ella, siempre se pondrá a sí mismo por delante de Cristo, y se tendrá a sí mismo como referencia, no estará abierto al encuentro con el Señor, ni a la conversión, y mucho menos a vivir el amor que Dios nos enseña, y que es siempre, encuentro con el otro, por ejemplo en la pascua del enfermo de este domingo, y vivir desde el mismo encuentro con Cristo resucitado.
Dejémonos de caminos sofisticados y de atajos, y decidámonos a vivir el amor apasionado, positivo, nuevo, alegre de Dios, encontrándonos con él y no egoístamente, solo con nuestras razones, que nos harán caer en el sufrimiento, la desesperación, la frustración y la negatividad de la tristeza y de la queja fácil y permanente.
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