COMO MARÍA: “SÍ, AQUÍ ESTOY, AMÉN, ¡ALELUYA!”
La Pascua que recientemente hemos comenzado es un camino de renovación para cada cristiano y creyente, para todos los que nos dejamos sorprender por la vida nueva que Cristo nos regala cada día.
Este mes de mayo, en pleno tiempo pascual, nos guíe haciendo mirar hacia la Virgen María, pues a ella recordamos, de una manera especial en este mes de las flores. Ella es también la Virgen de la resurrección, la primera creyente que siempre estuvo al lado del Hijo, no solo cuando estaba en la cruz, sino también, cuando fue entregada por madre a Juan, y en él, a toda la comunidad de los creyentes.
Es también el mes de la cruz, de las que llenan nuestras calles, plazas, encrucijadas y hasta nuestro Roque: las enramamos, honramos y cuidamos, porque nos hacen tomar conciencia de la continua cercanía y cuidado de Cristo Jesús a cada uno de nosotros. Ella es el testamento del amor de Dios, plantado en medio de nuestro mundo, para que no nos olvidemos nunca de que en ella, fuimos restados de la muerte y llevados a la vida nueva para siempre.
No es un signo de buena suerte ni de superstición, es el camino que nos une con Dios y nos acerca a los hermanos, y ahí está nuestra buena suerte, porque no identifica a una ONG, sino que nos identifica a todos los cristianos que nos empeñamos, como el Maestro de Nazaret en entregarnos a su estilo, a este mundo, haciendo presente y necesario el cambio radical que debemos darle a todo. Un cambio que solo nace de la entrega generosa, del amor desmedido que se gasta y se desgasta, de la actitud del que siente a los demás como algo propio y se empeña en ser compañero de camino, para regalar la ternura de Dios a cada hombre y mujer, a la creación entera.
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