¿Y AHORA QUE VA A PASAR?
En unos días entramos ya en el Domingo de Ramos comenzando la Semana Santa, días en los que se nos puede ir el tiempo y el rato en ver procesiones y en hacer lo de siempre porque es lo que toca, la tradición y lo que hemos hecho siempre.
Pero la Semana Santa, no es la de todos los años, pues si hemos querido, cada año, celebrar en una semana concreta los momentos más importantes de la vida de Cristo, no es para hacer lo de siempre, ni para encerrarnos en las tradiciones que hemos recibido, ni para airear imágenes sagradas en la calle.
Deberían ser días de un profundo encuentro con nuestra fe y con nuestra piedad, para lo que, si sirven nuestras procesiones y nuestras imágenes, porque son un medio para llegar a lo que ellas representan y significan. Un camino para llegar a entender un poco el gran amor de Dios, que, en Jesucristo, su Hijo, se nos entregó por todos nosotros, para darnos vida para siempre.
Por eso digo que no es lo siempre, ni siquiera nuestra sociedad es la misma de siempre. Ella ha cambiado y mira esta semana no sólo desde la fe, sino a veces también desde la indiferencia. Esto nos lleva a cuestionarnos, como está siendo nuestra vivencia y nuestra entrega en estos días, si nos quedamos en el envoltorio o si vamos a lo de dentro, a la profundidad, a lo que de verdad es importante.
Las lecturas de este Domingo de Ramos son introductorias en el camino de la entrega de Cristo por todos nosotros. Una entrega que hoy, solo es posible entender desde la necesidad de vernos queridos y a la vez, necesitados de algo más en nuestra vida, de alguien que nos saque de nuestros fantasmas habituales y nos lleve a vivir el camino de la vida nueva, que no es estar sentado en el sofá de casa ante la televisión, o en el banco de la Iglesia aguantando el rollo, porque es lo que toca. El camino nuevo de Cristo es el Evangelio, y este se encuentra en la vida que, a su estilo, somos capaces de dar y de entregar: estando al lado del que sufre, caminando por la vida junto con los demás, no perdiéndonos en palabras o gestos vacíos, sino encontrándonos al lado de la cama del enfermo, en la mesa con el hambriento, en el banco con el que está solo, cerrando la boca para no criticar al que es diferente, de rodillas ante el Sagrario pidiendo humildad y sencillez de corazón.
La Semana Santa se sigue viviendo hoy en todo el mundo, en tantos y tantos hermanos cristianos que son masacrados por seguir a Cristo y dar la vida y por él, y mientras ¿yo que hago?... ¿playa? ¿procesión? ¿criticar? ¿nada?
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