Algunos podían pensar que somos un poco tontos los cristianos por nuestra matraquilla de ir todos los días hablando de perdón y de querer a los demás como a uno mismo.
Un sonsonete que puede hacernos pesados para los demás, y sobre todo, cuando nosotros no vivimos lo que decimos, vamos, cuando no damos testimonio creíble de lo que somos.
El perdón y la misericordia son actitudes básicas en la vida de un cristiano, por que es lo que más podemos imitar al Señor. Es posible perdonar siempre, y el que así lo hace, puede parecer tonto ante los demás, porque no busca la venganza, pero el mismo aire su corazón e higieniza su vida, dejando a un lado rencores y amos pensamientos contra los demás, aunque me hayan hecho mucho daño, aunque sea, a mi modo de ver, la persona más ofendida del mundo.
La misericordia es la actitud se sentir con el otro, de comprender al otro y de estar en el corazón del otro, a veces dolorido y a veces enfadado, a veces rencoroso y a veces oscurecido por los celos. La misericordia nos hace actuar como el Señor, que se compadecía de los demás, sin mirar quieren eran ni lo que eran.
Hoy nos dirá el Evangelio que seamos compasivos como nuestro Padre es compasivo. Una gran máxima para que el perdón y la misericordia puedan crecer y madurar en nosotros, pues, aunque se nos escape que es a veces complicado, perdonar y ser misericordioso, no se nos puede escapar que, quien cuida y pone en practica estas actitudes, es cada vez más libre, porque se fía solo de Dios y hace de su palabra el centro y la luz de su vida.
Es preferible parecer tonto ante los de más, que serlo de verdad, porque teniendo con nosotros a Jesús de Nazaret, nos dedicamos, en lugar de escucharle y seguirle, imitarle y querer vivir como él; lo que hacemos es aparentar y hacer lo que los demás hacen o esperan que hagamos, para no salirnos del guion que nos han escrito otros, y eso si que es de tontos de remate.
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