viernes, 11 de enero de 2019

Palabras del Párroco

EL PREDILECTO
Somos todos unos hijos predilectos y amados por aquellos que nos han dado la vida y nos han traído a este mundo. No importa que seamos muchos en una familia o que tengamos varios hermanos o varios hijos, pues todos decimos que son iguales y que los queremos por igual, todos son predilectos, ya que son diferentes unos del otro y todos tiene algo que les identifica, algo especial.

Eso quiere decir, que no hacemos acepción de personas dentro de nuestra misma familia, porque si la hiciéramos estaríamos poniendo unos por encima de otros, y nos cegaríamos a estar con unos más que con otros. Es un difícil equilibrio, pero sabemos que ahí está la armonía y paz en la vida familiar y en la vida cotidiana de cada uno de nosotros.

Este domingo, celebramos la Fiesta del Bautismo del Señor, y con ella concluimos en tiempo de Navidad. Es verdad que hemos empezado a revalorizar esta celebración desde hace poco, porque antes pasaba muy olvidada, y ya desde el día de Reyes, parece que se terminaba todo. Y esta fiesta es necesaria, porque nos hace ya, llevar a Jesús, nacido en Belén, a lo cotidiano de nuestra vida, a intentar hacer nuestro camino al lado de él y guiados por él.

Jesús es bautizado por Juan en el Jordán, y narra el Evangelio como vino una voz desde el cielo que decía: “Tú eres mi hijo amado, el predilecto”. Algo así como una confesión de fe del propio Dios en su Hijos, es como una presentación para que sepamos quien es al que tenemos delante, y para que descubramos lo que somos, para Dios, cada uno de nosotros.

Cuando nos bautizamos, también nos hacemos hijos de Dios por la fe de la Iglesia, que es la fe en Jesucristo, lo que quiere decir que, también cada uno de nosotros somos hijos amados de Dios, sus predilectos, y así tenemos que actuar y vivir en este mundo. Descubriendo que no sobramos ninguno y que nuestra vida tiene que ser reflejo de esa predilección y amor de Dios por nosotros. Por eso debemos poner al servicio del mundo y de la Iglesia lo que somos, comprometiéndonos con el hermano que sufre y estando atentos a las necesidades los demás. Posando como Jesús, por este mundo, haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal.

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