Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net
¿Cómo probar según la Biblia que María es Inmaculada y que es Asunta al cielo?
Nuestros hermanos protestantes evangélicos suelen acusarnos de que las enseñanzas de la Iglesia son confusas y mantienen a la gente alejada de la sencillez de Cristo en el Evangelio. Uno de esos temas confusos (a veces nos dicen que son invenciones o falacias nuestras) es el tema de la Inmaculada concepción.
Nuestros hermanos protestantes evangélicos suelen acusarnos de que las enseñanzas de la Iglesia son confusas y mantienen a la gente alejada de la sencillez de Cristo en el Evangelio. Uno de esos temas confusos (a veces nos dicen que son invenciones o falacias nuestras) es el tema de la Inmaculada concepción.
Los protestantes se amparan en varias citas para negar el dogma. Romanos 3,23 dice: "por cuanto todos pecaron y necesitan la gloria de Dios". Si todos pecaron, María pecó, debiera ser la conclusión lógica de la que según ellos la Iglesia hace caso omiso.
Más aún, la primera carta de Juan 1,8 afirma que "quien dijera que no tiene pecado es un mentiroso y la verdad no está en él". María misma dice que Dios es su salvador (Lc 1,47), de manera que ella reconoce que tiene pecado.
En primer lugar hay que aclarar lo que se entiende por enseñanzas de la Iglesia o "dogmas". La Iglesia hace explícita una verdad que no se encuentra palmariamente en la Escritura, sino que la ha ido comprendiendo cada vez más y mejor a lo largo de los siglos. Así pues, no es del todo cierto que en 2000 años los papas no tienen bases bíblicas para el dogma de la de la Inmaculada o de la asunción.
El que la Iglesia proclame dogmas ha de comprenderse como un don de Cristo a la Iglesia. Si ha habido hombres antes y después de Cristo que posean el don de profecía, Cristo sería injusto con su esposa, la Iglesia, si ella no gozara de este don, mientras que sus hijos sí lo tienen. Pero en la Iglesia se trata de un don que se limita a lo que concierne a la fe y costumbres.
El fundamento bíblico de la inmaculada concepción es el texto de Lucas 1,28. Antes de llegar a Lucas 1,28, conviene aclarar que en efecto María fue salvada como el resto de los hombres. Judas 24 enseña que "Dios todopoderoso es capaz de guardarnos sin caída y de presentaros sin mancha en presencia de su gloria".
Si aplicamos el pasaje a la Inmaculada concepción deducimos que al igual que nosotros, María fue salvada del pecado, mas en su caso no significó una salvación después de caer en pecado, sino previamente, como quien es advertido de un peligro antes de que caiga en él y no después...
El contexto de Romanos 3,23, es muy diverso del de Lc 1,26-38. Dejando de lado la diferencia de los géneros literarios de ambos escritos (uno es narrativo y otro doctrinal), no ha de descuidarse que el pecado de que se habla en Romanos es el personal. Por eso es que en el "todos" de Pablo no está incluido Cristo. Pero ¿está incluida María?
De lo que dice Romanos 3,23 no puede deducirse, pues, que Cristo ha tenido pecado, por mucho que 1Jn 1,8 enseñe que quien diga que no tiene pecado es un mentiroso. De lo contrario, el autor de Hebreos 4,15 sería un mentiroso ("porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado").
Por lo tanto, el error fondo del pensamiento protestante evangélico es que no se ha comprendido que en Romanos 3,23 y en 1Jn 1,8 se trata del pecado personal y no del original. Romanos 5,12 sí abordará el tema del pecado original.
En 1Jn 1,9 se dice que si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel para perdonárnoslos: no confesamos nunca el pecado original, sino el personal.
El pecado original, nos enseña el Nuevo Catecismo de la Iglesia, no lo cometemos, sino que lo heredamos y se transmite por propagación, por ello es que se trata de un pecado en sentido análogo (NCIC 405).
Hay muchas personas que son excepciones al pecado personal, como son los subnormales o ciertos minusválidos y los niños que aún no llegan al estado de conciencia.
Ahora pasamos a Lc 1,28. ¿Qué es lo que ocurre aquí? Primero, sorprende que en vez de que el ángel llame a la Virgen por su nombre, le diga "llena de Gracia". Este hecho nos recuerda algo llamativo en el Antiguo Testamento (y que se repetirá, por ejemplo, en el Nuevo en el caso de Mt 16,16-19), y es el nuevo nombre que recibe una persona (Gn 3,20; 17,5.15; 32,28).
Génesis 3,20 dice así: "Y el hombre le puso por nombre Eva (en hebreo "Hawa") a su mujer, porque ella era la madre de todos los vivientes". En hebreo el verbo "hayah" significa "vivir". Las letras "y" y "w" en hebreo se suelen intercambiar con facilidad: por ello es que la mujer de Adán recibe el nombre de Eva, nombre cuya raíz hebraica designa "vivir".
Algo similar ocurre con María y el ángel: para nombrarla, el ángel emplea precisamente lo que en Eva equivalía a su misión -"Madre de los vivientes"- en María se trata de "colmada de gracia" por el hecho de que será Madre de Dios, que es lo que el ángel le viene a anunciar.
Como el nombre de María en griego consiste en un tiempo en perfecto (kejaritomene), ello pone de relieve que es una acción que ha tenido lugar en el pasado: lo que decíamos antes, fue preservada del pecado por parte de Dios; y ella se ha mantenido en dicho estado; de lo contrario, el ángel no la podría llamar así. Ello muestra que su estado de gracia es pleno y perfecto.
En la Biblia, además, encontramos varios pasajes que confirman que María es inmaculada. Génesis 3,15 habla de la enemistad entre la serpiente y la mujer, entre su simiente y la de Ella...
Se habla de la descendencia de la mujer con el término "simiente" y Ella no está incluida en la de la serpiente: la enemistad es absoluta, y dicha oposición no tendría ningún sentido si María también tuviera pecado.
En el Evangelio de Juan Jesús se dirige a su Madre siempre con el apelativo de "mujer" (Jn 2,5; 19,26; en el Apocalipsis se habla de Ella como "mujer" unas ocho veces: cf Ap 12,1.4.6.13.14.15.16.17).
1Cor 15,45 habla del primer Adán y del nuevo Adán. Al llamar Jesús a su Madre "mujer" pone de relieve que es la "nueva Eva": la nueva Eva, María, trae la salvación con su "hágase" en el momento del anuncio del ángel, aceptando así el ser Madre de Dios.
Además de nueva Eva, María es el "Arca de la alianza". El Antiguo Testamento enseña que el Arca de la Alianza debía ser santa e inmaculada, intocable de hombre pecador ninguno: "Cuando Aarón y sus hijos hayan terminado de cubrir los objetos sagrados y todos los utensilios del santuario, cuando el campamento esté para trasladarse, vendrán después los hijos de Coat para transportarlos, pero que no toquen los objetos sagrados pues morirían. Éstas son las cosas que transportarán los hijos de Coat en la tienda de reunión" (Num 4,15; cf Ex 25,10; 2Sam 6,1-9).
Dentro de los objetos sagrados se encuentra el Arca como el principal. Si el Arca tenía que ser pura, con ¡cuánta mayor razón María, Madre del Hijo de Dios encarnado!
En Ap 11,19 se abre el templo de Dios y se muestra el arca de la alianza en un contexto típico de "revelación" como son los relámpagos, las voces, los truenos.
En el siguiente versículo se muestra a María: es la mujer vestida de sol... En el Antiguo Testamento el arca contenía tres cosas que en el Nuevo serán atributos de Cristo: el maná, el cayado de Aarón y los diez mandamientos ["Y detrás del segundo velo había un tabernáculo llamado el Lugar Santísimo, el cual tenía el altar de oro del incienso y el arca del pacto cubierta toda de oro, en la cual había una urna de oro que contenía el maná y la vara de Aarón que retoñó y las tablas de la alianza", Heb 9,3-4]: Jesús es el verdadero maná (Jn 6,32), el sumo sacerdote de Dios verdadero (Hb 3,1) y la palabra que se ha hecho carne (Jn 1,14).
En el Antiguo Testamento el Espíritu de Dios se cernía cobre el Arca en forma de nube (Ex 40,32-33), así como el Espíritu Santo cubrió a María con su sobra (Lc 1,35).
David exclama ante el arca: ¿Cómo podrá venir a mí el arca del Señor? (2Sam 6,9). Así como David salta de gozo ante el arca (2Sam 6,14-16) Juan Bautista salta en el seno de su madre al llegar María a casa de Isabel (Lc 1,43). El arca del Señor permanece seis meses en casa de Obededón (2Sam 6,11) y María permanece unos tres meses en casa de su prima (Lc 1,56).
El cumplimiento del Antiguo Testamento por parte del Nuevo, implica no sólo que se le lleva a plenitud, sino que lo supera con mucho. Por ejemplo, Cristo en la cruz lleva a cumplimiento varios pasajes veterotestamentarios sobre el cordero pascual, entre otros, pero los supera en cuanto que además de cordero es el Hijo de Dios altísimo que muere en una cruz para redimirnos del pecado.
Las citas de la Escritura "no quebrantarán ninguno de sus huesos" (Jn 19,35; cf Éxodo 12,46) y la alusión a la rama de hisopo" (Jn 19,29; cf Éxodo 12,22) ponen de relieve que ambos pasajes hallan su cumplimiento en Él.
Mas su muerte no se limita al solo cordero, ya que lleva a cumplimiento otra profecía: "Mirarán al que traspasaron" (Jn 19), que se refiere a la muerte del rey Josías, rey piadoso que en el Antiguo Testamento había llevado a cabo la reforma religiosa del pueblo (Zc 12,10-11; cf 2Re 23,29): además, de morir como cordero, muere también como rey. La cruz es su propio trono (Jn 19,19).
En el caso de María, si hubiera nacido en pecado, sería entonces inferior a Eva que fue creada en perfección y sin pecado, lo que implicaría que también Adán es superior a Cristo.
Volviendo a la muerte de Cristo en la cruz, todo parece verificarse, ya que Jesús la llama "mujer" . La designación carecería de sentido si Ella no fuera la nueva Eva y Él el nuevo Adán.
Más aún así como del fruto del árbol comieron el hombre y la mujer, de modo que pecaron, del mismo modo, el fruto del madero de la cruz son la sangre y el agua de Cristo. Por el fruto del primer árbol los hombres pecaron, por el fruto del madero son regenerados (el agua) y reciben un alimento de vida: la Eucaristía.
Ahora volvemos al pasaje de Rm 5,12: Allí el punto de la comparación es entre Cristo y Adán. Si la comparación fuera entre María y Eva, tampoco María estaría incluida en ese "todos" de Rm 5,12, ya que de otro modo la comparación carecería de sentido (en el Génesis aparecen tanto Adán como Eva y ambos caen en el pecado de comer del fruto del árbol).
Es aquí donde entra el texto del Génesis, y en el que aparece la figura de la mujer. Esto lo vio muy claro ya san Justino en el siglo II en el Diálogo 100 (PG 6,172); posteriormente otros padres de la Iglesia profundizaron y siguieron meditando en esta realidad, como Ireneo (Adversus Haereses 3,22,4), San Efrén Sirio (Carmina Nisibena 27,8).
San Jerónimo profundiza la relación de Cristo con María a la luz del Sl 67,6 ["La tierra ha dado su fruto; nos bendice el Señor nuestro Dios"]: el fruto es Cristo, el Virgen, y la tierra, la Virgen, su Madre: el Señor que nace de la esclava; el Dios de la criatura humana; el Hijo de la Madre, el fruto de la tierra.
Así como Dios formó a Adán del barro de la tierra a la que no había afectado el pecado original, Dios formó a Cristo, de la tierra nueva que también tenía que estar inmune de dicho pecado.
La creación tuvo inicio sin pecado; la nueva creación también. Pero a diferencia de la nueva creación, la nueva creación es la naturaleza humana del Hijo de Dios en el seno purísimo de María santísima: así ha tenido lugar la nueva creación.
De todos modos, a pesar de que el fundamento bíblico sea Lc 1,28, no puede tratarse de una verdad explícita. De otro modo, no haría falta el pronunciamiento dogmático.
Si una verdad está clara en la Biblia, no es necesario el dogma: el no matar no necesita que se proclame como dogma. Es evidente que la Biblia lo rechaza y condena. Para la explicitación de verdades dogmáticas implícitas en la Biblia contamos con la guía segura del Santo Padre, que no es arbitraria sino que se basa en Mt 16,16-20.
El dogma de la Inmaculada, pues, no puede consistir en ninguna invención, sino de una tradición antiquísima, que parte del siglo II con san Justino (al que siguen los padres elencados antes, entre otros); dicha tradición se refuerza en el S. IV con la figura de Máximo de Turín, Teocteno de Livia y Andrés de Creta.
En el S. VII nace la fiesta de la Inmaculada en oriente y luego se va extendiendo a Irlanda, Inglaterra, Francia, Bélgica, España y Alemania.
A ello siguió un período de controversias entre los SS XII-XIV, de modo que la piedad se consolidó en el XV. Sixto IV dio un nuevo renovó la Misa de la Inmaculada, Alejandro VII precisa el objeto de la fiesta en términos ya muy cercanos a la definición dogmática de Pío IX.
Una experiencia que me ha ayudado mucho a comprender y asimilar mejor dogmas como este es si de veras conozco a fondo los diversos datos no sólo escriturísticos, sino también de la tradición, y las motivaciones de los mismos (descuidar que la Biblia es fruto también de la tradición es descuidar el elemento humano que ha influido en su composición por inspiración divina).
Una vez me pregunté ante una postura que el Santo Padre había tomado y que me costaba asimilar: "¿Sé yo más que el Papa y los diversos santos y personajes que le han precedido? Obviamente, no".
Fue entonces cuando me percaté de la importancia de la humildad para dar el asentimiento de la fe y de lo limitada que es mi pobre razón. "Si comprehendis non est Deus" decía san Agustín.
Ahora pasemos al dogma de la Asunción. El núcleo de esta enseñanza se refiere a los siguientes contenidos: "Si María tuvo parte en la obra del Mesías y fue preservada del pecado por los méritos del Hijo, su participación quedaría parcial e incompleta sin una glorificación corporal".
Uno de los textos en que se meditó para este dogma es el pasaje de Ap 12,1 y SS, un texto donde la Madre del Mesías aparece radiante y trascendente, pero sin descuidar la situación terrena (de ahí los dolores del parto, la huida al desierto, etc.); pero no es el único: el dogma cita explícitamente los siguientes textos (no cita al Apocalipsis): Gn 3,15; en cuanto a la derrota sobre el pecado y la muerte por parte de Cristo, el dogma cita también Rm cc 5-6; 1Cor 15,21-26.54-57; 1Tim 1,17.
Un estudio atento de los padres de la Iglesia muestra que la Iglesia siempre ha visto en la figura de la Virgen a la Iglesia sin poderlas separar y ello a partir de los diversos escritos de Juan.
Por otro lado, no se trata de la opinión del pueblo, sino de la fe que la Iglesia ha tenido siempre, en todas partes y que toda la Iglesia ha profesado.
Esto ya lo había expresado un famoso escritor de mediados de los SS. IV y V: Vicente de Lerins. Del tema de la asunción se comenzó a hablar en una fecha muy cercana a la redacción de los Evangelios.
En el siglo II d.C. comenzó con san Justino, con Gregorio de Tours (recuérdese que el manuscrito más cercano al cuarto Evangelio se remonta al año 120 y que Juan murió hacia el 100 de nuestra era), a lo que se sumó la liturgia de la dormición de la Virgen que se celebraba en Jerusalén a partir del S. VI y que se acogió en Roma en el siglo sucesivo. Es pues una tradición antiquísima. Los datos hablan por sí solos.
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