¿No te gusta esperar?
Por: Maleni Grider | Fuente: www.somosrc.mx
Hubiera yo desmayado, si no hubiera creído que había de ver la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera al Señor; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí, espera al Señor.
Salmos 27:13-14
Es un principio bíblico que el que espera confía. Cuando dejamos de ser pacientes, y no queremos esperar más, es porque ya hemos dejado de confiar. En otras palabras, el que confía sabe esperar, porque su fe lo sostiene. Hay una gran dosis de confianza en la espera.
“No me gusta esperar”, decimos a menudo, pero esto no se debe a una franca falta de confianza sino a una simple impaciencia, a la inmadurez de un carácter sin dominio propio, al hedonismo de obtener las cosas fácilmente, sin ningún esfuerzo de por medio. Lo negativo de esta situación es que a la primera de cambios nos damos por vencidos y cuando, en muchas ocasiones, aquello que esperamos está a punto de llegar.
Una persona de espíritu impulsivo, a menudo promueve la impaciencia con sus actos. No sólo se arroja sin antes pensar, sino que se acostumbra a demandar la rapidez en todo lo que espera. Con sus hábitos inclinados a la prisa, olvida el valor de la paciencia. Al no tomar en cuenta los beneficios de la espera, deja de lado el aprendizaje de la misma y se implanta en una actitud obstinada, a veces cretina, desagradecida o resentida.
Los santos hombres de Dios caminaron con Él en una paciencia inagotable. Cualquiera que fuera su misión, la desempeñaron con persistencia inquebrantable. En medio de su espera, las pruebas produjeron mayor paciencia, y una esperanza franca, basada en su confianza.
Noé esperó semanas y semanas para salir del arca, pues confió en la salvación que Dios le prometió para él y su familia; Elías esperó pacientemente por la lluvia; Abraham esperó por el hijo prometido; ¿y qué decir de Job, quien esperó por su Redentor (a pesar del gran dolor y la desesperación que lo albergaban), porque nunca dejó de confiar en Él?
“Bien sé yo que mi Defensor vive y que él hablará el último, de pie sobre la tierra. Yo me pondré de pie dentro de mi piel y en mi propia carne veré a Dios. Lo contemplaré, yo mismo. Él es a quien veré y no a otro: mi corazón desfallece esperándolo.”
Job 19:25-27
Tal vez no tengamos la paciencia de Job, pero cada vez que queramos desfallecer deberíamos recordar que cuando dejamos de esperar dejamos de confiar. Dicho de otro modo, si ya no esperamos nada es porque no confiamos que algo pueda llegar.
Más allá de esperar por algo en concreto, esperar en el Señor significa vivir confiando en Él, de manera incondicional y permanente, es decir, vivir una vida confiada, reposada, escondida en la esperanza de ver a nuestro Redentor respondernos.
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