Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato | Fuente: Catholic.net
I Corintios 2, 10-16: “El hombre con su sola inteligencia no puede comprender las cosas del Espíritu de Dios. En cambio, el hombre espiritual puede juzgar correctamente todo”
Salmo 144: “El Señor es justo y bondadoso”
San Lucas 4, 31-37: “Sé que tú eres el Santo de Dios”
En nuestro mundo lleno de tecnología y ciencia, con frecuencia aparecen fenómenos que nos desconciertan y nos asombran.
Negamos la existencia del demonio y después quedamos desconcertados ante los acontecimientos a los que no les encontramos explicación. Se han multiplicado los exorcismos y las protecciones contra Satanás. ¿Se estará haciendo más presente el demonio en nuestros días? No creo que ese tipo de presencia, posesiones y fenómenos paranormales tengan mucho que ver con la presencia del demonio y no es esta situación que más me preocupa, ni la que más parece preocuparle a Jesús. Su preocupación es el mal que ata y esclaviza a la persona, su preocupación son las cadenas que lo nulifican, su preocupación es la injusticia y la impiedad.
El mismo Papa Francisco con frecuencia hace alusión a esta presencia e influencia del demonio en nuestras vidas. Jesús inicia su ministerio predicando la Palabra que lleva paz y armonía al corazón, que libera de la mentira, que levanta y dignifica. Y después, en una forma visible, delante de todos, libera a un hombre atormentado por el demonio. No nos imaginemos posesiones en cada ocasión que se habla del espíritu del mal en los pasajes evangélicos. A toda enfermedad y dolencia se le considera atadura de Satanás, y de todas estas ataduras nos viene a liberar Jesús.
Que no nos asusten esos fenómenos en que se quiere a fuerzas descubrir a Satanás. Pero también que no seamos ingenuos y neguemos toda la influencia que están teniendo las fuerzas del mal en nuestros tiempos y en las decisiones que se toman diariamente. Quizás nosotros, no tanto con las palabras pero sí con las actitudes, también le decimos a Jesús que se aleje de nosotros y que nos deje en nuestro mundo de mentira, de corrupción, de placer y de egoísmo. “¡Déjanos! ¿Por qué te metes con nosotros?” Es el contraste entre la forma de pensar y actuar de quien tiene el espíritu de Jesús y de quien se deja conducir por el espíritu del mundo.
Que hoy nos acerquemos a Jesús, que le permitamos compartir su vida con nosotros, que cambiemos nuestra forma errónea de vivir.
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