Terminamos las fiestas de San Roque, unos días de encuentro, de devoción y de fe. Unos días de jolgorio, de pasarlo bien y de vernos unidos ante nuestro santo Patrón.
Pero esta semana comenzamos también las fiestas de la Virgen de la Consolación en el Guincho, con la particularidad de su cuatrienal visita a la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús. Días de encuentro, de devoción y de fe, además de días para estar juntos y divertirnos juntos.
El pasado domingo, nos sorprendió también el Evangelio, terminando ya el capítulo sexto del Evangelio de San Juan, que hemos venido leyendo estos domingos anteriores y que nos ha animado a alimentarnos de Cristo, el Pan de la vida. Como no podía ser menos, esta finalización viene acompañada por las claras exigencias del discípulo, lo que nos plantea Cristo que es necesario en nuestra vida para seguirle y para imitarle.
Ante esas exigencias, muchos discípulos suyos desisten ya de ir tras él, porque les parece muy duro su modo de hablar y de plantear una altura de miras y de vida a la que no están dispuesto, porque eso obligaría ser muy originales y muy diferentes al montón, obligaría seguir el estilo entregado del Señor.
Que casualidad que no hayamos cambiado tanto. Aún hoy seguimos queriendo amoldar el mensaje y el camino de Jesús a nuestras cosas y a nuestras exigencias, queremos que el Evangelio sea para mi como una novela de Corín Tellado, llena de aventuras y de romanticismos pero sin nada de exigencia. Creemos que es un librito para animarnos en los momentos de bajona, pero que yo puedo manipular y adaptar a mi conveniencia, sin aceptar que es todo lo contrario.
Soy yo quien tengo que escuchar las palabras de Jesús y dejarme interpelar por ellas, hacerlas vida interior y dejar que me ayuden a vivir exteriormente, sin complejos, como auténtico testigo y discípulo suyo, a su medida, y no a la mía que siempre es muy corta. Soy yo el que, como Pedro, tengo que saber darme cuenta, de que no puedo acudir a nadie más, porque solo él, solo sus palabras me dan vida, me sostienen y me hacen ser auténtico y genuino, y no una apariencia de mi mismo, sin sustancia.
Atrevámonos a este salto revolucionario y provocador de confianza total en el que me da la vida si me adelanto de él, lo contrario está pasado de moda y no sirve para nada. Bueno… sí, sirve para seguirme engañando. ¿Qué eliges?.
El pasado domingo, nos sorprendió también el Evangelio, terminando ya el capítulo sexto del Evangelio de San Juan, que hemos venido leyendo estos domingos anteriores y que nos ha animado a alimentarnos de Cristo, el Pan de la vida. Como no podía ser menos, esta finalización viene acompañada por las claras exigencias del discípulo, lo que nos plantea Cristo que es necesario en nuestra vida para seguirle y para imitarle.
Ante esas exigencias, muchos discípulos suyos desisten ya de ir tras él, porque les parece muy duro su modo de hablar y de plantear una altura de miras y de vida a la que no están dispuesto, porque eso obligaría ser muy originales y muy diferentes al montón, obligaría seguir el estilo entregado del Señor.
Que casualidad que no hayamos cambiado tanto. Aún hoy seguimos queriendo amoldar el mensaje y el camino de Jesús a nuestras cosas y a nuestras exigencias, queremos que el Evangelio sea para mi como una novela de Corín Tellado, llena de aventuras y de romanticismos pero sin nada de exigencia. Creemos que es un librito para animarnos en los momentos de bajona, pero que yo puedo manipular y adaptar a mi conveniencia, sin aceptar que es todo lo contrario.
Soy yo quien tengo que escuchar las palabras de Jesús y dejarme interpelar por ellas, hacerlas vida interior y dejar que me ayuden a vivir exteriormente, sin complejos, como auténtico testigo y discípulo suyo, a su medida, y no a la mía que siempre es muy corta. Soy yo el que, como Pedro, tengo que saber darme cuenta, de que no puedo acudir a nadie más, porque solo él, solo sus palabras me dan vida, me sostienen y me hacen ser auténtico y genuino, y no una apariencia de mi mismo, sin sustancia.
Atrevámonos a este salto revolucionario y provocador de confianza total en el que me da la vida si me adelanto de él, lo contrario está pasado de moda y no sirve para nada. Bueno… sí, sirve para seguirme engañando. ¿Qué eliges?.
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