Esta tarde tendremos en San Pedro de Daute la celebración de la Eucaristía a las 19:30 horas y a continuación procesión.
Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?» Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas.» Y él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo.»
Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.» Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.
Reflexión
El Evangelio que acabamos de leer, nos trae la confesión de Pedro que le es revelada por inspiración divina: "Tú eres el Mesías".
La primera condición para que pueda ser apóstol, para que pueda ser Papa, es la fe en Jesucristo. Porque ser apóstol significa ser enviado, ser mensajero del Señor. Su misión es, ser testigo de las palabras, de las obras y de la persona de Cristo ante el mundo y ante los hombres.
La segunda condición para poder ser un verdadero apóstol, es un profundo amor a Jesucristo, un amor que le lleva a Pedro a entregar hasta su vida por Él.
Pero la fe y el amor de Pedro no están todavía a la altura de su misión. Tiene que ser preparado y educado por Jesús. Tiene que pasar por duras pruebas de fe y amor a su Maestro.
Y cuando Jesús, después de su Resurrección, le pregunta tres veces: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" - entonces Pedro ya puede responderle con fe humilde y un amor profundo: "Si, Señor, tú sabes que te quiero".
Fe y amor a Cristo, son también las condiciones para que todos nosotros podamos ser verdaderos apóstoles del Señor. Porque como cristianos y como schoenstattianos tenemos vocación de apóstol.
Somos una Iglesia apostólica y misionera. El cristianismo, más que una religión de salvados, es una religión de salvadores. Si nos preocupamos sólo por salvar nuestra propia alma, Dios nos preguntará, al final de la vida: "¿Dónde están tus hermanos? ¿Dónde están tus familiares? ¡Vete a buscarlos a ellos!"
¿Y nosotros? ¿No deberíamos también tener el mismo gran amor al Señor? Y lo normal para nosotros, debería ser que la entrega y el amor a Cristo pasen por el amor filial a la Virgen María: nos entregamos a Ella y Ella nos conduce hacia su Hijo Jesucristo.
Queridos hermanos, meditemos, por eso, un momento sobre el grado, la profundidad de nuestro amor y entrega a María y a Jesús.
¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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