LA SEMILLITA
El pasado domingo, la Palabra del Señor nos pide que seamos personas pacientes y que confiemos en nuestras cualidades y actitudes, porque así podemos dar el fruto que debemos, sin prisas y sin desear nada de nadie, sino poniendo en el camino de la vida, todos aquellos dones que tenemos.
Es cierto que vivimos en una etapa de la historia y en una sociedad en la que, siempre hay prisa y todo tiene que ser inmediato, pero también es cierto, que, para los que pensamos en cristiano y en creyente, para lo que nos gusta mirar con ojos de fe y de amor, es importante no dejarnos llevar por esta risa y por la falsa creencia de que todo debe ser inmediato para tener valor.
A cada uno de nosotros, nos han sido dados una serie de dones y de valores, que debemos hacer fructificar y estar orgullosos de ellos, pues es la mejor manera de tomar conciencia de nuestra vida, y de todo lo que podemos legar ha hacer y, sobre todo, ser. Es la mejor manera de no quedarnos encerrados en nosotros mismos, sino de ponernos en el camino de la vida, ha hacer el bien y ha hacer que este mundo cambie a fuerza de bien y a fuerza de compromiso cotidiano y de actos buenos.
La semilla debe crecer a su ritmo y debe llegar a ser, aquello que está llamada a ser. No podemos ni coartarla ni prescindir de ella, sino que debemos cuidarla para que legue a la sorpresa de su desarrollo y de su vida. El fruto solo llega cuando la flor se cae, porque el final no es la belleza de la flor, sino la certeza de la fructificación.
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