TIENES UNA LLAMADA.
RESPONDE
Con este lema, el domingo pasado de Pascua celebrabamos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.
Traigo este tema a esta Hoja parroquial, porque es un momento apremiante para orar y pedir por las vocaciones, pues este domingo del Buen Pastor, tradicionalmente ha estado dedicad a este fin.
Es necesaria la oración insistente a Dios, para que surjan respuestas generosas e incondicionales a las llamadas que él está haciendo a muchos corazones. Porque estoy convencido de que, incluso en este tiempo en el que todos pasamos de todo, en el que no nos gusta el compromiso, en el que seguimos creyendo que todo es relativo, Dos no se cansa de llamar a muchas personas a dejarlo todo y seguirle por el camino de la autenticidad de vida, de la entrega a los demás, de la construcción personal desde el encuentro con él y con los pobres, y desde el buscar algo más un sentido nuevo a la vida.
Si, Dios sigue llamando a la vida sacerdotal, religiosa y consagrada, y nonos debería extrañar esa llamada, más bien nos debe extrañar las pocas respuestas que recibe. Seguramente porque estamos muy cazados por este mundo del “yo no me comprometo” o “yo sólo hago lo que quiero” o “a mí nadie me manda” o “ese rollo es muy chungo”. Quizás nos gusta hacer oídos sordos, o nos gusta hacer que otros no oigan lo que sienten lo más profundo de su corazón.
Un creyente no solo tiene que saber responder a Dios en su propia vocación, sino que además, debe ser proponedores, cauce de la llamada de Dios a muchos en este mundo, pero, ¿lo estamos haciendo? O más bien, ¿preferimos pasar y que nadie nos moleste con esas cosas?
Sabías que…
Continuamos explicando las partes celebración de la Eucaristía.
Uno de los cantos que no se debe omitir nunca, es el del Santo, pues en él, toda la asamblea adora a Dios al unísono, a la vez que se prepara para el momento central de la celebración, que es la consagración. El sacerdote coloca las manos sobre las ofrendad de pan y de vino, que se han colocado en el altar, sobre el corporal, (un trozo de tela cuadrado) con una cruz bordada en el centro o en la parte inferíos y que se dobla sobre sí mismo en cuatro partes, a modo de bolsa, y cuya función es recoger las partículas que se puedan desprender del pan consagrado.
Es en este momento, cuando el sacerdote coloca las manos sobre las ofrendas, cuando nos ponemos de rodillas, en señal de adoración, porque repitiendo las palabras de Cristo en última Cena, invoca al Espíritu Santo, para que, con su poder consagre el pan y el vino y los transforme en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
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