<<ACOMPAÑAR PARA FRUCTIFICAR: LA HORA DE LA PARROQUIA>>
Nos cuesta
cambiar, nos da miedo emprender caminos nuevos, nos asusta hacer cosas
diferentes, y por eso, lo de “esto
siempre se ha hecho así”, está siempre en nuestros labios y hasta en
nuestro corazón.
El papa
Francisco, no se cansa de repetirnos que, decir esto, es casi un pecado mortal,
porque estamos negando la acción del Espíritu Santo en la Iglesia y en cada uno
de nosotros, puesto que éste, El Espíritu Santo, es el soplo refrescante de
Dios, el aliento de nuevo de vida, el que viene a renovarlo todo y a
rejuvenecerlo todo.
De ahí que, nosotros, los creyentes, debamos estar siempre
abiertos a su acción en nosotros.
Estamos
adentrándonos en los comienzos de nuestra Misión Diocesana, que nos debe llevar
al anuncio explícito de Jesucristo, vivo y resucitado, a implantar el Reino del
Amor de Dios en nuestro mundo, en nuestras acciones y en nuestras parroquias.
Debemos rejuvenecerlo todo, pero desde el encuentro personal con Cristo.
En este mes
de octubre estamos llamados a comenzar nuestro camino, de la mano de María, a
la que honramos como El Pilar de nuestra fe; pero, sobre todo, siguiendo el
ejemplo de Cristo, El Señor de la Misericordia, que nos sale al encuentro para
que, como él, seamos ejemplo de entrega y de llevar a plenitud en nosotros, los
planes de Dios; para que, estando abiertos a la voz del Espíritu, nos dejemos
conducir por él y demos así un sentido nuevo a nuestra vida y a nuestro
quehacer de cristianos y creyentes.
No tengamos
miedo, no nos quedemos en el inmovilismo y en la indiferencia. Confiemos en
Dios y pongámonos en camino.
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