Soñar
Parece que
seamos unos ilusos al plantearnos el soñar, porque más bien parecen que son
cosas de niños y no de personas ya mayores o adultas. Pero nada más lejos de la
realidad, pues el que no sueña es como un muerto viviente, es alguien que no
tiene ilusiones y, mucho menos, esperanzas.
El que sueña
se siente vivo y con creatividad nueva en su corazón. El niño que sueña, ansía
hacerse mayor para conseguir todo lo que ve hacer a sus mayores. El joven sueña
para poder alcanzar su futuro y llevar a cabo todo lo que anhela en su corazón.
El adulto sueña con tenacidad y coraje para realizar todas sus expectativas…
Es necesario
soñar para no quedarnos solo en los intentos, sino para intentar, por todos
nuestros medios y con todas nuestras ganas todo aquello que nos proponemos. El
que no sueña no vive.
En este mes
de Julio entramos en la pre-misión diocesana, invitándonos a soñar con lo que
queremos cambiar y transformar para ser una Iglesia más en salida y más en
medio del mundo y de la sociedad, anunciando la Buena Noticia del Evangelio,
del amor de Dios regalado a cada hombre y a cada mujer de este mundo. Y para
eso, es necesario soñar, creer que todo aquello que nos proponemos lo podemos
llevar a cabo.
Nosotros lo
hacemos de la mano de María, la Virgen del Carmen, la soñadora del “SI” que
hizo entrar a Dios en nuestra historia. Y de Santa Ana y San Joaquín, los
padres de la Virgen, que también soñaron con la vida nueva, que por medio del
“Hágase” de su hija, llegaría a cambiar este mundo, y que hoy nos toca a
nosotros, los cristianos, llevar a cabo con la ilusión, la creatividad y la
esperanza de vernos alentados por la fuerza del Espíritu Santo.
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