El encargo de la imagen en 1816 se
debió a la generosidad de la monja sor Isabel de San Manuel del Castillo,
religiosa de probadas virtudes que fue varias veces reelegida abadesa a
principios del siglo XIX.
Todo el trámite del encargo y su
posterior llegada a Garachico, lo conocemos por fray José González Oliva,
personajes que nos da cuenta de los pormenores de la contratación por medio de
José Verger, destacado comerciante de la élite sevillana. En el manuscrito se
anota las indicaciones que les fueron enviadas, pues debía de medir una vara y
media “fuera del mundo y de la peana”, y además el autor “la hiciese copiar por
la escultura de más gusto que hubiese en la ciudad de Sevilla”.
Su llegada a Garachico fue desde
Santa Cruz en una carreta, que fue recibida en la localidad con repiques y
voladores, numerosos vecinos y las comunidades dominica y agustina. Desde su
entronización la imagen llamó la atención por su acabado y cualidades
artísticas, considerándola como “hermosa escultura”.
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