En recuerdo del milagro ocurrido el 24 de agosto de 1956 cuando Antonio Cabrera Pérez-Camacho, un niño de cuatro años que jugaba en un solar – hoy la casa 2-A de la calle San Diego – se produjo una fractura abierta en la pierna izquierda que, ante la gravedad y el riesgo de la gangrena, los médicos decidieron amputar.
La noche previa a la intervención, su madre colocó una estampa del beato Martin de Porres sobre la herida y, en la mañana, los médicos observaron una mejoría inexplicable que, en unas fechas, devino en una absoluta curación.
Calificado como cierto por el Tribunal del Santo Oficio que envió a Tenerife al Promotor de la Fe y a funcionarios de la Congregación de los Santos para investigar lo sucedido, este hecho entró en el proceso y fue determinante para la canonización del primer mulato en la historia, oficiada por Juan XXIII, el Papa Bueno, el 6 de mayo de 1962.
Desde entonces arraigó la devoción de Fray Escoba en la Villa y Puerto de Garachico, donde recibe culto en templo franciscano de Nuestra Señora de los Angeles.
José Lucio de León Martín, dueño del lugar donde ocurrió el prodigio y donde edificó la vivienda familiar, extendió la popularidad del santo limeño y, antes de su muerte, encareció a sus hijos, que recordaran siempre lo sucedido; éstos cumplieron su voluntad con una placa que, desde hoy, 7 de noviembre de 2015, luce en la fachada y que se descubrió en presencia del protagonista, las autoridades locales y los representantes oficiales de la República de Perú, el clero y el pueblo llano.
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