viernes, 27 de septiembre de 2019

Palabras del Párroco

SALEDREMOS CORRIENDO
Estos domingos, la Palabra de Dios nos va adentrando en las actitudes del verdadero seguidor de Jesucristo, del discípulo y creyente realista, que quiere conformar su vida con la vida del Señor, del que quiere imitarle y hacer vida su camino. Por eso la insistencia en que tengamos claros los caminos y los pasos que damos y que nos hacen encontrarnos con Cristo y con los hermanos.

De ahí que sea excesivamente práctica a la hora de las exigencias evangélicas que se nos plantean vivir, siempre y cuando tengamos claro que éstas van a llevarnos por caminos diferentes a los que quiere la sociedad y que nos harán a la vez, ser más genuinos y originales.

El Evangelio nos alerta sobre la cobardía de la indiferencia, un mal muy presente en nuestro mundo y que nos lleva a no hacer caso a quienes tenemos al lado, sino a conformar nuestra vida con nuestro propio ombligo y poco más. El juego del yoyó nos va llevando a un egoísmo práctico que nos aleja de cualquier camino que se cruce con el camino de otros, y, sobre todo, si esos otros son pobres o necesitados.

Lo que se estila es meternos y hacernos creer que tenemos que ver con la vida de los demás, pero solo para airear los trapos sucios de otros, pero no para compartir vivencias, problemas o ilusiones. Se nos educa en la hipocresía de meternos en todo lo que tiene que ver con los otros, pero dejando claro que nadie tiene derecho a meterse en lo mío. Esto ocurre en la sociedad y hasta en la propia Iglesia, convirtiéndonos no en creyentes solidarios y portadores de ternura y amor, sino en cristianos que en nada imitamos al Maestro, pues no ayudamos ni socorremos, sino que hundimos, viviendo así una pobre y amargada apariencia de fe.

Y mientras nos excusamos pidiéndole a Dios que se nos aparezca no se quién, o que pase no se qué cosa para que de verdad veamos su poder y su fuerza, a sabiendas de que, si esto pasa, seremos los primeros que saldremos corriendo. La indiferencia nos hace ásperos y controladores, pero de los demás, sin tener en cuenta que soy yo el que debe cambiar para que los demás cambien.

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